La ciudad y el condado de Nueva York no existirían si no fuera por los tres trasvases que los abastecen de agua. Igual le pasa a la ciudad y al condado de Los Ángeles.
Estamos hablando sobre las dos ciudades más importantes de los Estados Unidos de América, que no existirían si no fuera por los seis trasvases de aguas que utilizan, ambas ciudades, con caudales siete veces superiores al tristemente derogado trasvase del Ebro. Serían otra cosa. Posiblemente ciudades muy pequeñas y sin la relevancia que tienen hoy, en cuanto a fuentes de prosperidad y oportunidades que son.
A nadie se le escapa que, tanto Nueva York como Los Ángeles, son consideradas como ciudades modernas por excelencia. Ciudades en las que se genera empleo y adonde todo el mundo se desplaza en busca de oportunidades. En busca de una vida mejor. Igual que la Comunidad Valenciana.
Todo esto, sin perder la perspectiva de que el alto valor agrícola y vinícola del Estado de California se debe a los innumerables trasvases de agua que existen esa región.
En efecto, los trasvases de aguas son buenos porqué hacen prosperar a los pueblos. He citado California, Los Ángeles y Nueva York sin carácter exhaustivo. Otras ciudades, como Helsinki, Lesotho, en África, Ben Haroun, en Argelia occidental, ciudades del sertaô brasileño, ciudades de China, India, Pakistán, Irak, Grecia, Francia, Tailandia y un largo etcétera se abastecen de trasvases de aguas tanto para uso en boca como para regadío. Los trasvases son usados en todo el mundo. Son un instrumento de planificación hidrológica utilizado con éxito desde hace siglos y con una contrastada eficacia en la resolución de los déficits hídricos en muy distintos lugares.
Algunos solicitan un potencial trasvase del Ródano. Parece un poco de locos que no podamos tocar el Ebro y que nos tengamos que ir, ¿o sólo los catalanes?, a traer agua del Ródano. ¿No son buenas acaso las desalinizadoras para Cataluña?
A lo mejor, como la palabra Ebro proviene del latín iberus, que a la sazón significa España, no se puede tocar este río, no sea que España salga fortalecida en estos abruptos tiempos que corren para todo aquél que se precie de ser ciudadano de España. A mi juicio, la inmensa mayoría de los ciudadanos de la Comunidad Valenciana y Murcia nos sentimos valencianos y murcianos y, al mismo tiempo y nivel, españoles. En definitiva, las dos caras de una misma moneda. Por eso queremos el trasvase del Ebro: para que la Región de Murcia y la Comunidad Valenciana sigan progresando y que ese progreso lo sea también para España.
Quede claro que no estoy en contra del trasvase del Ródano, antes bien lo contrario. Creo que sería bueno para todos porque vertebraría la Unión Europea, al igual que el Ebro, con su trasvase, debe vertebrar España. En este orden de cosas, desde mi punto de vista, se debería hacer simultáneamente o después de que el trasvase del Ebro sea una realidad desde Tortosa hasta Almería. Nos lo merecemos. Nos lo hemos ganado. Es de justicia. Y, además, ¿cómo le vamos a pedir a Francia un agua que en nuestro propio país no somos capaces de administrar teniendo el Ebro vertiendo 20 trasvases al mar en un año de sequía? No parece de recibo ni de sentido común.
Desde la Fundación, estamos demostrando desde el rigor de la ciencia que ceder o trasvasar agua es como donar sangre. Uno ayuda a los demás y además se ayuda a sí mismo. Su sangre mejora. Con el trasvase del Ebro, igual. La Comunidad Valenciana y Murcia siguen prosperando y España, a la postre, se enriquece y se hace más grande: ganamos todos, en definitiva, y se mantiene uno de los grandes signos de identidad de la fachada sureste de España, que es la agricultura. Gana también España como nación. Quizás sea esto último lo que no les interesa a determinadas personas, grupos o partidos políticos.
Lo tengo -perdón por la autocita- puesto por escrito por algún lado. «Salgamos de la hidroesquizofrenia»: recuperemos el trasvase del Ebro ya.
José Alberto Comos Guillem es director de la Fundación Agua y Progreso de la Comunidad Valenciana.