Duelo por la herencia de Bono

POR FERNANDO ROJO. MADRID.

No había pasado ni un año desde la goleada de José Bono sobre Adolfo Suárez Illana cuando el presidente castellano-manchego fue reclamado por Zapatero para llevar la cartera de Defensa. Se adivinaba como una jugada perfecta para que su eterno delfín, José María Barreda, contara con tres años de margen en los que lanzar su propia candidatura desde el privilegiado sillón del palacio de Fuensalida. Enfrente, el PP de Castilla-La Mancha seguía tan dividido y confuso como siempre. Incluso cuando parecía que José Manuel Molina se perfilaba ya como un buen competidor, el alcalde de Toledo terminó retirándose, lo que obligó a los populares a improvisar un cabeza de cartel apenas unos meses antes de la convocatoria electoral.

A última hora, María Dolores de Cospedal fue la elegida para intentar asaltar uno de los fortines socialistas más seguros. De origen albaceteño, pero con toda la carrera realizada en Madrid, Cospedal se presentaba como una incierta y desconocida aspirante que remotamente podría inquietar a un Barreda que, primero como consejero, luego como vicepresidente y finalmente como máximo mandatario, lleva dos décadas pisando la moqueta de la Junta de Comunidades.

Pero la candidata del PP ha aprovechado muy bien el tiempo. De los más de veinte puntos que sacaron los socialistas a los populares en 2003, hoy las encuestas menos favorables le otorgan una desventaja de unos trece puntos. Su primera decisión crucial fue la de pactar con Barreda la reforma del Estatuto de Autonomía, en la cual se incluye la derogación del trasvase Tajo-Segura en 2015. De no haberlo hecho, el PSOE podría haber monopolizado un asunto tan sensible como el del agua y habría supuesto una auténtica sangría de votos para los populares. Además, ha conseguido lo que no fueron capaces sus predecesores: unir a las agrupaciones provinciales, hasta ahora auténticos reinos de taifas incapaces de aglutinar esfuerzos en torno a un candidato.

Mientras tanto, Barreda ha sabido utilizar todos los resortes que le brinda el poder para ir vendiendo su gestión, continuista con la línea marcada por su mentor político. Su principal empeño ha consistido en liderar un discurso antitrasvasista que le ha granjeado muchas adhesiones internas. Por contra, el gran lunar de estos tres años que acaba de cumplir al frente de la comunidad fue el trágico incendio de Guadalajara ocurrido en julio de 2005, en el que perecieron once miembros de un retén y se quemaron 13.000 hectáreas. Ni siquiera la discutible gestión de aquella catástrofe ha mermado su popularidad, la más alta de entre todos los presidentes autonómicos en España.

En clave nacional

En este escenario, la única esperanza del PP consiste en apelar al fiel votante de centro derecha que le apoya en las generales y europeas. Incluso en las situaciones más adversas, como el 14-M, los populares obtuvieron mayor número de sufragios que los socialistas en todas las provincias excepto en Ciudad Real. Si extrapoláramos esos resultados, Cospedal obtendría la mayoría. Precisamente para intentar llevar el juego al terreno nacional, Rajoy se volcará en Castilla-La Mancha como en ninguna otra autonomía.

Zapatero hará justo lo contrario y no estará presente en ningún acto de campaña de los que se celebren en la comunidad, probablemente para no exacerbar el rechazo que los castellano-manchegos muestran hacia algunas de sus decisiones, como la excarcelación del terrorista De Juana Chaos o la negociación con ETA. A cambio, intentan aprovechar el tirón que siempre tuvo Bono incluso entre el electorado de derechas. El veterano político albaceteño, actualmente apartado de la primera línea de fuego, está participando activamente en esta campaña para apoyar a su protegido en mítines estratégicamente repletos de banderas españolas.

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