La semana pasada Mariano Rajoy se dio una vuelta por el distrito electoral de Mariano Fernández Bermejo, el único murciano que conozco de Arenas de San Pedro de toda la vida, y cantó ese pasodoble que tan bien suena en aquellas tierras: «España no hay más que una y ahí esta el trasvase Tajo-Segura para demostrarlo». Luego se fue a una cena al periódico de Pedro Jota, se tomó unos vinos con José María Barreda y comprobó «la sensatez» de la parte manchega del PSOE.
En esas estaba, cuando a la mañana siguiente se desayunó con la entrevista que le hizo al presidente castellano-manchego Esther Esteban en El Mundo y, algún periodista de los que están a todas, le metió delante de la boca una alcachofa de las de hacer declaraciones. Don Mariano, que es buena gente, y se lo había pasado tan ricamente en la cena con el amigo José Mari, no tuvo otra ocurrencia mejor que decir de él en público lo que ya le había dicho en privado ente copa y puro. Todo muy educado, muy civilizado y muy europeo: «con socialistas así da gusto y no con ese de la zeta que cada vez que abre la boca…».
Todo muy bien y muy europeo hasta que a alguien se le ocurrió pensar que en Toledo hay una tal María Dolores que, mientras que no se demuestre lo contrario, sigue siendo la legítima y a ti te encontré en la calle. Que es muy fuerte la que este hombre ha liado. Que ya se puede matar una y dejarse las uñas en el parqué de Gilitos, dale que dale con el fairi, para que ahora vengas, Mariano, poniéndome en evidencia con el esaborío del vecino del quinto que no me mira a la cara cuando se cruza conmigo por la escalera y que para más INRI me acaba de colocar de una tacada, un síndico de derechas, un defensor del pueblo de izquierdas y una ley electoral más retorcida que el bigote de Fu-Man-Chu.
¿Y todo porqué? Porque, tú Mariano, tú, es que no puedes salir de casa, que te lían los amigotes, te presentan a cualquiera y es que no sabes decir que no. Que lo tuyo es muy fuerte y una no es de piedra y este feo no se le hace a una…