«Cuando se negoció el Plan del Júcar no teníamos cartas, jugábamos de farol»

Define el suyo como un trabajo apasionante. Agricultor de profesión, Francisco Belmonte ha sido uno de los motores de la Junta Central de Regantes de la Mancha Oriental (JCRMO). Una entidad que se fraguó en plena sequía del 94 para evitar se mantuviese «la amenaza de la Administración de cerrar pozos y no dar permisos para regar». A pesar de negarse de forma reiterada a asumir las riendas del movimiento naciente, finalmente Belmonte acabó al frente de la JCRMO. Un año mientras que se constituía, y cuatro años (un mandato) tras su creación. El año pasado, y tras ocho de ausencia, regresó a la Presidencia de la Junta Central.

-¿Cómo y por qué le proponen encabezar el proyecto de creación?

-A mí no me interesaba estar en movimientos sindicales ni políticos. Hay un momento en el que me llaman unos amigos que estaban en ese grupo y me dicen que no funciona porque no hay forma de ponerse de acuerdo. Al final llegaron a la conclusión de que necesitaban a alguien al que todos pudiesen admitir. Pensaron en mí, en lo propusieron y dije que no porque tuve un halo de sensatez. Yo seguí la evolución de aquello, que no sólo no avanzaba sino que retrocedía. Me volvieron a llamar y yo que sabía lo que nos jugábamos, porque sabía que se iba a hacer un Plan Hidrológico del Júcar (PHJ) que nos iba a dejar fuera, pues ingenuamente y con el permiso de mi familia, me comprometí a poner en marcha el proyecto pero sólo un año.

-¿Y cómo empezó a trabajar?

-Empecé a ir a las reuniones y a dedicarme a escuchar a todo el mundo, primero en grupo y luego de forma individual. Y a partir de ahí ya empezamos a ver que se podía hacer. Tuvimos suerte porque tuvimos asesoramiento de personas tan relevantes como Francisco Delgado que es el que nos aconsejó sobre la forma jurídica en la que había que vestir todo aquello. Creo que nunca le pagaremos ni le agradecemos lo suficiente todo el trabajo, gratuito además, que hizo para nosotros. Como tampoco se le ha agradecido lo suficiente todo el trabajo que ha hecho por el agua en la Región. Y así empezamos a trabajar. Enseguida propusimos unos estatutos y entonces había una parte importante de la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) que no quería que aquí se organizase nada. Yo, y otros también, lo tenía muy claro. Esto sólo lo podíamos controlar nosotros. La Administración ya había demostrado clarísimamente que no era capaz de controlar nada. Acudimos a la Confederación para explicarles que íbamos porque queríamos hacer una Junta Central.

-¿Cuál fue la respuesta de la CHJ?

-El presidente de entonces sí estaba muy interesado en el tema, pero al comisario de Aguas no le pareció bien. Propusimos unos estatutos, que la Confederación nos cambió cien veces y que al final tuvimos que aceptar porque para funcionar necesitábamos contar con estatutos. Entonces pensamos que ya los modificaríamos más adelante y aún no lo hemos hecho. Pero a mí me gustaría modificarlos. Y empezamos a trabajar. Al principio con la desconfianza de la Administración hidráulica, y después de 12 o 13 años que lleva funcionando esta máquina se ha demostrado que no hemos intentado engañar a nadie y que los primeros que nos hemos puesto en el foco hemos sido nosotros. Hemos sido más exigentes que nadie con nosotros mismos, y hemos apostado por la gestión seria y rigurosa y para ello tenemos nueve técnicos y un abogado.

Trabajo

-Una vez que empieza a funcionar la JCRMO, ¿cuál era la prioridad?

-Que reconocieran nuestros regadíos, que existiéramos. Se daba la paradoja, por ejemplo, de que yo que llevaba regando desde el año 72, y otros tantos como yo, no teníamos aún un papel que dijese que teníamos ese derecho. De hecho yo aún no lo tengo, han pasado más de 35 años y mi concesión está en el Tribunal Supremo. Lo que queríamos era que se reconociesen los regadíos y hacer un desarrollo sostenible. Y eso fue lo que intentamos nosotros. Otra cosa fundamental, una vez que la Confederación aprobó nuestros estatutos, fue dar un paso político. Yo dediqué muchas horas a hablar con los partidos políticos y los sindicatos, e hicimos aquel famoso Pacto de la Asunción donde todos pusimos por escrito lo que queríamos en el tema del agua. Y eso ha sido muy interesante para que luego nadie se salga. Y tiene total vigencia todavía.

-¿Cuál fue la respuesta de los regantes?, ¿se integraron muchos?

-Hubo una respuesta muy buena porque dejamos muy claro desde el principio lo que queríamos hacer y que allí estábamos para trabajar. De hecho cuando hicimos los primeros planes de explotación, que no estábamos obligados por la Administración a cumplirlos sino sólo por nosotros, tuvimos un altísimo grado de cumplimiento. Lo primero que hicimos fue establecer como norma que los planes de explotación eran una cosa privada entre la Junta Regantes y el regante individual, excepto en el caso de los miembros de la Junta de Gobierno. Nuestros planes de explotación estaban a disposición de todo el mundo. Y eso es algo que yo ahora quiero recuperar y que voy a proponer.

-Una de las prioridades era tener voz y voto en la negociación del PHJ, ¿cómo fue aquel proceso?

-Estuvimos más de dos años y medio y no fue nada fácil. De hecho fue el último de todos los planes de España y recuerdo que lo cerramos a finales de julio ya por agotamiento. A pesar de los triunfalismos que a veces desde Castilla-La Mancha se hicieron con el Plan del Júcar nos ‘bajamos’ los pantalones hasta donde pudimos. Pero además lo dejamos preparado para la revisión. El Plan se aprobó por unanimidad, pero yo por ejemplo era partidario de votar que no aunque mi Junta de Gobierno con muy buen criterio pensó que de nada iba a servir que nuestro voto fuese negativo. Al final me convencieron pero sí me admitieron que yo hiciese un voto particular que se adjuntó al Plan Hidrológico y en el que yo decía que había cosas que eran ilegales y que habría que hablar de ellas posteriormente. Esto nos dio pie, años después, a llevar esas cuestiones que creíamos ilegales a la Audiencia Nacional. Allí perdimos y después de perder, que siempre es duro, recurrimos al Supremo. Aunque todo esto no lo hizo ya la Junta Central de Regantes sino que lo hicimos desde la Fundación para el Progreso de Albacete.

-¿Cuáles fueron los principales puntos de fricción para negociar el PHJ?

-La Comunidad Valenciana consideraba que el Júcar era suyo y que nosotros éramos ilegales. Aunque en eso tenemos que reconocer que no han cambiado mucho. Además tenían a la Administración de su lado. Nosotros tuvimos que trabajar mucho para desmontar técnica y jurídicamente esa teoría. Por eso creo que nunca le agradeceremos lo suficiente a Francisco Delgado su trabajo jurídico y técnicamente a Herminio Molina (secretario de la Junta Central de Regantes), cuyo trabajo ha sido decisivo. Esa es la gran suerte que siempre hemos tenido gente competente y dispuesta a trabajar. En mi primera etapa, como ahora, tuve una Junta de Gobierno excepcional. Aquella primera etapa fue muy intensa de cara al interior, y muy dura de cara al exterior.

-¿Por qué fue tan dura?

-El primer borrador del Plan Hidrológico decía «todos los regadíos instalados con posterioridad al 1 de enero del 86 se clausurarán» y en el caso de los anteriores establecía que se tendrían que revisar. Por supuesto no hablaba ni de sustitución de bombeos, ni de dotaciones, regadíos ni de abastecimientos. Venía a decir que nos iban a dejar regar algo, si éramos buenos, a los que habíamos puesto los riegos en los años 70. Desmontar todo eso fue muy difícil. Sobre todo porque nosotros estábamos solos mientras que Valencia contaba con la Confederación y con parte del Ministerio.

-Diez años más tarde ha llegado el momento de revisar el Plan, ¿cómo está siendo el proceso?

-Ahora todo el mundo reconoce que si el Plan del Júcar se hubiese cumplido tal y como lo decidimos, no haría falta revisarlo, estaríamos en jauja. El Plan no se ha cumplido, pero no por nosotros sino porque Valencia no ha modernizado, no ha reutilizado, y siguen ensuciando la que dicen que es su gran enseña: la Albufera. Por eso ahora esta revisión del Plan va a ser muy dura, va a ser muy difícil llegar a acuerdos.

-¿Por qué?

-Porque en cosas que cedimos entonces no vamos a ceder ahora. Porque ahora tenemos mejores cartas, entonces no teníamos cartas, entonces jugábamos de farol. Sí, sabíamos que teníamos derechos, pero ¿dónde estaban escritos? ¿Dónde había un papel o una sentencia que lo dijese? Entonces sí que faroleamos. Ahora no, ahora tenemos cartas para jugar. Y ahora es cuando tenemos que procurar no perder, ni siquiera empatar. Pero que conste que no se trata de ganar, sino de que nos den lo que nos corresponde. Hagamos las cosas como las hagamos, la mayor parte del agua del Júcar nos corresponde a nosotros y Valencia tendrá que usar aquello a lo que tenga derecho. Igual que nosotros. Y en el Júcar, lo dije entonces y lo vuelvo a decir ahora, bien gestionada hay agua para todos. Pero hay que gestionarla bien. Lo que no puede ser es que en el Plan del Júcar se le asignara 725 hectómetros cúbicos de regadíos a 400 hectáreas en Valencia. Eso ahora no lo vamos a permitir. Y luego en el tema de las cuencas intracomunitarias, que entonces se mezclaron todas en el mismo saco para darles agua del Júcar. Eso no lo vamos a permitir. Si después hay que hacer un trasvase se hará uno, pero se llamará trasvase y se hará con los condicionamientos que la ley establece.

-La manifestación del Júcar marcó un antes y un después, ¿cómo la recuerda?

-Se le ha dado mucha importancia. Y a mí al otro día se me había olvidado. Pero sí fue un punto positivo. Gracias a la ministra Tocino que nos lo puso fácil al realizar unas declaraciones en las que decía que el Júcar era de Valencia, a la conciencia que se creó, y a la labor didáctica y divulgadora que hicimos, cuando decidimos hacer una manifestación para demostrar que el agua nos importaba, se movilizó absolutamente todo el mundo. Todo el ello, por supuesto, con el apoyo del Gobierno regional. Fue una cosa bonita pero que tiene el valor que tiene. Al día siguiente había que ponerse a trabajar.

-Un paso importantísimo lo supuso la sentencia del Supremo.

-Nos había quedado el resquemor de las cosas que eran ilegales y desde la Fundación por el Progreso estudiamos lo que se podía hacer. Fuimos a la Audiencia Nacional pero perdimos y aunque fue un jarro de agua fría decidimos seguir y recurrir ante el Supremo. Francisco Delgado hizo ahí un gran trabajo jurídico, que no cobró. Cuando el Supremo nos dio la razón, fue uno de los momentos más satisfactorios. Recuerdo que lo celebramos con champán Alfonso Calera, Paco Delgado, Herminio y yo. Luego algunos intentaron devaluar la sentencia diciendo que era una tontería o que era inaplicable. Ahora ya todo el mundo le da el valor que tiene. En el Plan del Júcar se va a tener en cuenta.

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