La Comunitat cierra el jueves un año hidrológico incomparable. Hay que remontarse décadas atrás para encontrar datos de agua embalsada tan positivos. La Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), de cuyos ríos se nutre gran parte del territorio valenciano, deja atrás un ejercicio de tranquilidad, sin tensiones de ningún tipo entre los diferentes usuarios, algo impensable cuatro años antes.
Sólo como botón de muestra, ha habido reserva suficiente para transferir durante meses un metro cúbico de agua del Turia a la Albufera, algo que no sucedía de forma continua desde hace seis años. De esta forma, se reduce la aportación del caudal depurado de Pinedo, limpio pero con fósforo y nitratos, en favor del agua viva del río.
La reserva hídrica prácticamente se ha duplicado a lo largo del año hidrológico (de octubre a septiembre). En la actualidad, los pantanos de la Confederación acumulan 1.623 hectómetros cúbicos, lo que significa que se encuentran al 48,7% de capacidad. Hace semanas el nivel llegó a ser mayor (la pasada se situó en el 49,1%), debido a que la Confederación reduce el volumen de embalsamiento al final del ejercicio, una medida que tiene mucho que ver con la seguridad de cara a frenar posibles avenidas como consecuencia de las lluvias torrenciales del otoño.
En cambio, al final del año hidrológico 2008-2009, el nivel de agua se situaba en un 28,1%. Y ya entonces se determinó el fin de la sequía que tanta tensión causó en los ejercicios anteriores. Además, el dato es bueno se mire por donde se mire. La media de los últimos cinco años es de un 19,3% de agua almacenada en todas las presas de la cuenca, y en los últimos diez, del 21,1%.
La principal causa de la bonanza han sido las precipitaciones, tal y como explican desde el organismo regulador de la cuenca. No es que en otros años no haya llovido, sino que en esta ocasión ha caído donde debía. «El balance que debemos hacer es positivo tras años de recuperación», explica Federico Bonet, el director técnico de la CHJ. «Ha influido la distribución geográfica de la precipitación, pues ha llovido más en las cabeceras de los ríos (que es donde se concentran los pantanos)», señala, lo que hace prever un nuevo año de tranquilidad hidrológica, al menos, desde el punto de vista técnico. De hecho, las reservas actuales darán tranquilidad al abastecimiento para los próximos dos años, teniendo en cuenta las previsiones iniciales.
La recuperación respecto a la época de sequía es más que palpable, como se aprecia en el gráfico adjunto. Por ejemplo, entre 2005 y 2007 el almacenamiento total, en 22 pantanos, no superó los 616 hectómetros cúbicos (18,4%), mientras que en la actualidad, sólo Alarcón, el más grande de los que suministran a la Comunitat, suma 568.
De hecho, los embalses más importantes han conseguido reservas muy buenas, que en el caso de Contreras y Alarcón, son las mejores del siglo XXI.
A juicio de Bonet, las medidas adoptadas por los diferentes actores del agua también han influido en la situación actual. «Un ejemplo es Valencia, que en los últimos cuatro o cinco años ha reducido su consumo, lo que también indica que hay una mayor concienciación, mientras que además se ha producido un esfuerzo importante en la modernización de los regadíos», señala el director técnico. Al fin y al cabo, el uso agrario es el que más cantidad de agua precisa.
Agua en el nuevo cauce
Una de las consecuencias más llamativas de la bonanza hidrológica se ha podido comprobar en el nuevo cauce del Turia, que durante muchos de los meses de 2010 ha estado llevando el agua que ni el pantano de Benagéber ni el de Loriguilla han podido embalsar. Se trata de una imagen más que difícil de ver. En el caso del primero, se debe a que ha estado técnicamente lleno durante buena parte del año, y en el del segundo, a que las deficiencias de la vieja infraestructura impiden, por seguridad, un mayor porcentaje de llenado.
Precisamente, Bonet explicó que la previsión es que los trabajos de mejora de los embalses como el de Loriguilla estén terminados a mediados del año que viene. En este caso, a los problemas del desagüe de fondo, que se solventarán con la intervención, hay que añadir las filtraciones que se producían en una de las laderas, lo que suponía un riesgo en caso de avenida.
La solución llegó con la inyección de cemento en las grietas, lo que ha permitido incrementar el agua embalsada en siete hectómetros cúbicos por encima del límite de seguridad, situado en 23.