El nombramiento del jurista aragonés Xavier de Pedro como presidente de la Confederación Hidrográfica del Ebro puede considerarse como una buena noticia para Aragón.
Por muchas razones.
En primer lugar, por la capacidad profesional del recién nombrado coordinador del organismo regulador de la cuenca más caudalosa y conflictiva de España. En segundo, por su honestidad, competencia y eficacia, probadas en distintas administraciones, de la local a la autonómica, pasando por el Justicia de Aragón. En tercer lugar, por su grado de compromiso con nuestra tierra, a través de sus convicciones personales y de su militancia en el Partido Aragonés. A diferencia con otros perfiles, hoy apenas recordados, que han pasado por la CHE, Xavier De Pedro puede hacer obra, dejar huella, hacer historia. Ojalá.
Pero De Pedro no lo va a tener fácil. El Ebro sigue siendo una pieza codiciada en el tablero hidráulico, un líquido caballo de batalla, una reserva básica.
Si no, que se lo pregunten a Ramón Valcárcel, el presidente de Murcia. Político de ideas simples y comportamientos recurrentes, desde que descubrió que reclamando a grito pelado el Ebro ganaba votos en su región –como a él le gusta llamarla– no ha parado de berrear. Ayer mismo, a setecientos kilómetros de aquí, con un plan de desaladoras en marcha costeado por todos los españoles, volvió a pedir que hagan el tubo.
No será el único. Verán qué pronto Alberto Fabra, el presidente valenciano, secunda en su reclamación a su colega de Murcia. Fabra va a proponer a su jefe supremo, a Mariano Rajoy, cargarse a todos los defensores del pueblo, incluido el Justicia de Aragón. De ahí a declarar a la tierra de la Pilarica la guerra del agua hay sólo otro paso, y probablemente Fabra y la alcaldesa ché, Rita Barberá, lo darán al alimón, complicándole las cosas, los equilibrios, las alianzas, a su compañera Luisa Fernanda Rudi y, por extensión, al nuevo, joven y políticamente correcto responsable de la Confederación, Xavier de Pedro.
Éste, además, se enfrentará a problemas puntuales y estructurales de no desdeñable dimensión: las sequías, los usos y repartos del agua, los minitrasvases en funcionamiento o reclamación, los vertidos industriales, la protección de sotos y riberas o la conservación de las bellezas del Delta.
Suerte, en cualquier caso, para que no se lo lleve la corriente.