María Dolores de Cospedal afirma que en España «hay agua para todos», aunque hay que distribuirla, y lo que hace falta es un Gobierno «valiente» con una política hidráulica nacional «aplicada a todo el mundo».
Se trataría, por tanto, de una cuestión de localización que se resolvería con criterios de eficiencia hidráulica y sensatez legislativa. España es un ejemplo paradigmático de desequilibrio hídrico, por lo que se hace necesaria una política hidrológica que optimice un recurso tan preciado como el agua, la cual habrá de hacerse, forzosamente, en el marco de una política europea de aguas que quizá no ha valorado adecuadamente las peculiaridades hídricas de cada Estado miembro, centrándose únicamente en criterios de calidad y despreciando los de cantidad.
Pero en cualquier caso, para que pueda obedecer a los criterios de eficiencia y sensatez antes expuestos, dicha política española de aguas deberá estar, paradójicamente, despolitizada.