Por un plan hidrológico de futuro
Curiosamente, esta semana de finales de marzo que sigue a la celebración del Día Mundial del Agua y la Energía, nos encontramos una semana transcendental para la defensa del agua para la provincia de Alicante. Mucho nos jugamos y mucho exponemos para que sea una simple semana. Hoy el Consejo Nacional del Agua aborda el plan de cuenca del Júcar y el jueves 27 de marzo, la Diputación de Alicante presentará la gran obra del Patrimonio Hidráulico de la provincia, un voluminoso estudio de investigación que, sin duda alguna, nos permite exhibir nuestra fuerza como provincia ligada a la historia del agua
Prefiero siempre ir del lado de la humildad a la hora de calificar, actividades y objetos; pero es justo reconocer que la voluminosa publicación que sale a la luz mañana es el primer inventario de estas características en España, según me señala el profesor y director de la investigación don Antonio Gil Olcina.
A lo largo de sus tres volúmenes se puede afirmar con rotundidad que esta provincia ha sabido hacer de la escasez, virtud. Un hecho que se viene repitiendo a largo de los años y que ahora entronca con la fase final del plan de la cuenca del Júcar y del futuro Plan Hidrológico Nacional. Las conversaciones entre Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente, Consell y regantes se encuentran en un punto delicado para esta provincia, por cuanto los esfuerzos de unos y otros dejan en el umbral de la desesperanza a esta provincia.
Así, podríamos decir que corremos el riesgo de hacer de esa escasez, una realidad sorda que obvia la historia, que obvia la ciencia, que obvia los datos y las necesidades. Las demandas firmes no son caprichosas y la Diputación de Alicante ha dejado sobre la mesa acuerdos y propuestas asumibles tanto por quien conoce la problemática, como por quienes la sufrimos, como por quienes tienen la responsabilidad de solucionarlo. El trasvase del Júcar- Vinalopó lo venimos solicitando los alicantinos desde 1420. Un largo viaje emprendido hace 600 años que corre el riesgo de malograrse y terminar como un viaje en el tiempo a ninguna parte.
En estos momentos, la provincia de Alicante es la cuarta provincia en población de España. De los dos millones de habitantes, la mitad se ven afectados en el ámbito el Júcar- Vinalopó. Somos la quinta provincia en PIB del país –aportando un 3,2% al conjunto– y el sector agroalimentario junto al turístico tiran del carro, sumando datos y estadísticas ampliamente positivos. Toda esta fuerza es fundamental para entender que los plazos y la sensatez debe servir para llegar a acuerdos productivos, pues nuestra aportación a la Comunidad Valenciana está en juego.
La solidaridad, que siempre hemos excusado medir, sí tiene recorrido y uno de ellos pasa por recibir agua para beber y para regar desde el Júcar al Vinalopó. Invertir en la provincia de Valencia y en Castilla-La Mancha siempre es positivo para esta provincia. Cuantos más seamos aplicando un modelo de ahorro y de buena gestión, más progreso habrá. Cuanto más conscientes seamos de su valor, más estaremos dispuestos a cuidar su uso en favor del interés general, más le dedicaremos a un recurso vital para beber y regar. Esa es la clave.
Cabe preguntarse si cuando se derogó unilateralmente el PHN del año 2001 y se paralizaron las obras del Ebro, se derogaron todos los acuerdos o se derogaron todos los documentos técnicos de los planes de cuenca. Los datos geográficos y de estudio de las cuencas sencillamente corroboran que no ha habido cambios sustanciales y al flexibilizar nuestras peticiones en el acuerdo Tajo-Segura no dábamos un cheque en blanco, sino un paso hacia un futuro estable a un trasvase que parte de la lógica de recibir agua de allá de donde sobra. Es más, se apostó por un estudio más amplio que permitiera transferir todo el caudal posible favoreciendo los intercambios de agua con la cuenca cedente.
No hay razones objetivas que respalden la negativa a una segunda toma en el Júcar; por cierto, la única que figura en el convenio originario elaborado conjuntamente en su momento y respaldado, sin reticencia ni reserva, por el Ministerio de Medio Ambiente y la Generalitat Valenciana. Sin la interconexión de cuencas, el futuro Plan Hidrológico nacerá cojo y todos sabemos lo que pasa con una infraestructura que no está bien anclada.
Las desaladoras, que ya estaban contempladas en el anterior plan, deben ser un apoyo, no una fuente ordinaria de suministro; pues ni su precio ni su mantenimiento están pensados para consumo generalizado y diario, en especial, para el campo. No tiene sentido defender nuestra competitividad y no defender precios razonables en el agua. Como la energía, el agua sirve para arrancar nuestro día a día.
Siempre he estado al lado de las soluciones razonables, del consenso y de los puntos de encuentro. Estos días, la figura de Adolfo Suárez reaviva ese sentimiento que fue fundamental en nuestra época de inicio de la democracia. Pues bien, si el Plan Hidrológico no se entiende como un pacto de Estado estaremos retrotrayendo nuestra provincia a los niveles de los 80. Tendremos mejores caudales porque se ha invertido mucho en la gestión del ciclo del agua en esta provincia, pero seremos una isla seca porque no dispondremos de los recursos hídricos indispensables, imposibilitados de ejercitar, en la transferencia del Júcar, los artículos 67 a 72 del vigente texto refundido de la Ley de Aguas.
En pleno siglo XXI, el agua se confirma como nexo entre civilizaciones y quiero que pase a la siguiente aportando soluciones. Norias, acequias, presas, embalses? hemos sido pioneros y lo seguimos siendo. Nos hemos ganado el espacio que ocupamos y por este motivo, el Gobierno Valenciano tiene que seguir firme en sus demandas. Hay líneas que no se pueden cruzar y el Júcar- Vinalopó es una línea continua, una línea que explica nuestra vertebración como territorio y sociedad moderna.
Junto a la demanda del agua está el inexorable paso del tiempo. Hay muchos trabajos, empresas, muchos usuarios y ciudadanos que dependemos de una estabilidad y unas reglas de explotación sensatas. Es el caso del turismo, el de gran parte de la Costa Blanca. Los hoteleros veteranos de Benidorm recuerdan la llegada del barco en el verano de 1978 y sin el trabajo del Consorcio de Aguas de la Marina Baixa –del que forma parte la Diputación de Alicante– hoy, quizás, nuestro principal destino turístico sería otro.
La modernización de nuestros sistemas de riego, de depuración, de interconexiones es ejemplar –aunque por supuesto, siempre mejorable– y nos sitúan en un puesto de conocimiento de vanguardia. Por todo ello, entendemos la importancia de que nuestros vecinos tengan esas mismas infraestructuras. Toda el agua que se ahorre es un bien común que sabemos apreciar y que permite recuperar acuíferos, aumentar el caudal de los ríos y ceder sobrante.
El Júcar vive un momento clave, ha tenido muchos en su historia, y creo firmemente que los acuerdos son posibles porque las propuestas planteadas son razonables, serias. Tanto el Ministerio, a través de la Confederación, como la Generalitat Valenciana cuentan con los datos y estudios que fundamentan nuestras demandas como provincia deficitaria y deben tener claro que cuando pedimos agua a un precio razonable o cuando pedimos la toma de Cortes de Pallás, estamos pidiendo con el rigor y la seriedad que corresponde. Esta dirección es perfectamente combinable con el Azud de la Marquesa, pues sería tan estúpido destruir una infraestructura hecha como la toma del Azud como no utilizar la ya acabada de Cortes. Solo así tendrá sentido y justificación todo el dinero público invertido.
Y no puedo acabar este artículo sin trasladar mi preocupación porque hace tiempo que no oigo soluciones para el embalse de San Diego, pues es la clave. Su acondicionamiento es una obra de emergencia. Desde 1950, la sequía no nos golpeaba tan fuerte en un semestre. Es de sentido común tener previsto esa mínima infraestructura y trabajar por completar este mapa del agua pensando en ésta y en la próximas civilizaciones.
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