Araceli Olmedo, Y ahora qué…
Qué va a pasar conmigo. Yo soy un acuífero muy importante. Soy el Acuífero 23. Un acuífero muy famoso por sus golferías hídricas. Un acuífero compartido entre Ayuntamientos, regantes e industrias. Soy un acuífero codiciado por los políticos, objetivo de los hidrogeólogos, cuestionado por los ecologistas e ignorado por la ciudadanía y por los niños. Soy un acuífero de todos y para todos. Soy unas cuantas masas de agua subterráneas, pero no sé si soy un acuífero amado y mucho menos sé por quién.
Soy estandarte de los desastres y el pecado de las aguas subterráneas. Voy por la geografía “como put… por rastrojo”, a la que le quitaron la virginidad hace ya 20 años y cada 8 años (al cambio de Gobierno) la violan, la “apadrinan”, la visten verbalmente de princesa y luego la dejan de criada.
Recuerdo ¡qué tiempos! cuando salía de casa por el portalón de los Ojos del Guadiana (mi padre) y correteaba a mis anchas por las Tablas de Daimiel. Me regañaba mi padre, (ya digo, el Río Guadiana), si estaba mucho tiempo fuera, porque teníamos la amenaza de las turbas que, las muy gamberras, se incendiaban para asustarme no solo a mí, sino a los conservacionistas y a las Administraciones que salían al paso con medidas más o menos improvisadas para calmar a la prensa y a los sabios de Madrid. Tuve infecciones en aquellos tiempos menesterosos y aquella insalubridad la atajaron los regantes manchegos. Aquellos campesinos que no sé si fueron miedosos o arriesgados, porque en lugar de irse a Alemania o a otras zonas industriales para sobrevivir, decidieron pedir préstamos a los bancos para hacer pozos y convertir la miseria en desarrollo. Como consecuencia de ello me pusieron muchas banderillas con las máquinas de perforación y empezaron a conseguir mayores cosechas con mis aguas. Benditas aguas, decían. Pero yo cada día estaba más agonizante. Llegaron a dejarme muy mermado de reservas. Hasta que me declararon sobrexplotado, siguiendo los pasos del Acuífero 24 (despensa de las Lagunas de Ruidera). Fue un error aquella declaración a traición para los regantes. Una vergüenza administrativa, porque a raíz de ello me invadió la ilegalidad y se hicieron ricos los perforadores de pozos. La sobrexplotación ¡qué desacierto! impidió el orden, el reparto, el control y la gestión de mis aguas. Un despropósito que desde aquél 1.987 venimos arrastrando. Ni mis institutrices (los presidentes ni los comisarios de aguas de la Confederación del Guadiana) pudieron ni supieron arreglarme hasta que llegó el PEAG. Por aquella metedura de pata, creo yo, no declararon más acuíferos sobrexplotados. Y haberlos haylos y mucho más sobrexplotados que yo. ¡Ya lo creo y ya lo sabemos! Pero ese camino fue nefasto y hay que enmendarlo, levantando sobrexplotaciones y centrando la atención en el control de las extracciones. Que digo yo que me merezco un respeto y que basta ya de juegos con los números inventados. Que yo tengo mi alma y sé lo que me falta y lo que tengo. Y, por cierto, ahora mismo estoy rebosando, a 12 metros de los Ojos de mi padre, el Guadiana, igualito que en el 1980 (antes de esa Ley de Aguas de 1985, que perece ser vino a poner orden en España. Bueno, si ellos lo dicen…). Por lo tanto, de sobrexplotado nada de nada. Y si no, que lo diga el IGME, que es el que me lleva los piezómetros de los empachos o de las diarreas.
Pero a pesar de tener la barriga llena tengo mis miedos y mis incertidumbres. Estoy en un momento nuevo. Mis anteriores padrinos (PSOE) han desaparecido del mapa y me han quitado mis ropas y mis enseres y mi programa de actuaciones (PEAG). Estoy desconcertado, porque la nueva familia (PP) me ha dicho que no me preocupe porque ahora voy a estar mejor cuidado, más organizado y más querido. Yo le he dicho a un señor muy afable con barba, que no me quitaran mi pijama de franela y que mis padrinos anteriores habían conseguido la paz social y un buen futuro para mí y para mis queridos parásitos los usuarios. Me insistió en que contarían conmigo para repartir las ropas y los aposentos. Estoy esperando. De momento no me han dado ni ropas ni comida, ni me han dicho cuál es mi habitación y mi cama. No sé si va a venir alguien a arroparme y a decirme a qué hora me tengo que levantar, ni me ha dicho las tareas que debo hacer mañana y pasado y así más días.
Solo sé que mi nueva familia me lo ha dicho con palabras dulces, porque son unas personas muy amables y simpáticas y me lo han dicho con una música maravillosa e ilusionante y, tal vez, me gusta, aunque todavía no conozco la letra. Y esa letra puede ser… ¡Quién sabe! ¿Otra vez princesa para acabar en chacha?
Reconozco que ya no estoy para volver a la guerra de guerrillas, ni quiero. Llevo a cuestas el mareo de muchos vaivenes. Son muchos años de supervivencia, de luchas, de cambios, de criterios encontrados, de políticas confusas, de manipulaciones y de un total anarquismo hídrico e irrespetuoso. Yo creo que ya es hora de que la papelera solo se utilice para tirar lo que no ha funcionado, pero si algunas medidas han dado sus buenos resultados ¿por qué cambiarlas? Yo tengo muchos millones de años de existencia y los que me quedan, pero no me vendría mal un poco de paz y de concierto. Yo, a estas alturas, lo que necesito es pasar de desastre a ejemplo, conservando la educación que han adquirido mis regantes y los aparatos de control que se han puesto. Tirar todo por tierra no creo que acabe con mis heridas. No más tiritas. Por qué no seguir con caricias y tequieros. Como Acuífero 23 no tengo mayor anhelo que entender la letra de mis padrinos nuevos.