La importancia de tener y conservar un buen suelo
El suelo es uno de los recursos naturales que posibilitan la vida en la tierra. En este soporte vital, las plantas desarrollan sus raíces y encuentran los nutrientes necesarios para su crecimiento y reproducción. Es sabido que un suelo tarda mucho tiempo en formarse a partir de la roca madre que lo originó. El clima, la naturaleza de esta roca madre y los diferentes tipos de vegetación que se van instalando con el paso del tiempo son los factores más importantes en la formación y evolución de un suelo. Primero llegan los líquenes, después las plantas herbáceas, luego el matorral, a continuación el bosque de coníferas y finalmente se puede alcanzar el clímax de la evolución con un bosque de frondosas si las condiciones edáficas y climáticas lo permiten. Este proceso puede durar siglos y cada formación vegetal que va apareciendo sobre el suelo propicia las condiciones para que luego se implante la formación vegetal siguiente, creando cada vez mayor profundidad de suelo y cantidad de materia orgánica a lo largo de esta catena sucesional.
Pero los suelos son frágiles y pueden perderse por la erosión, en sus modalidades hídrica o eólica. La erosión aumenta con la pendiente del terreno, así las pérdidas de suelo por escorrentía superficial son normalmente mayores en las vertientes situadas en las zonas altas de la cuenca hidrográfica. Sin embargo, las cubiertas vegetales de estas zonas protegen los suelos de la erosión, atenuando el golpeteo de las gotas de lluvia contra el suelo y favoreciendo la infiltración del agua en el mismo, a la par que evitan que el suelo sea arrastrado ladera abajo, porque sus raíces hacen el efecto de una red que retiene el suelo.
Sin embargo, esta labor protectora puede destruirse en poco tiempo por un incendio forestal o por talas abusivas, no previstas en el Plan de Ordenación del Monte. Después del fuego o de las cortas indiscriminadas, el suelo se queda sin su paraguas vegetal protector y, si se producen lluvias fuertes, el golpeteo de las gotas de agua y la escorrentía superficial lavan los suelos arrastrando la capa fértil ladera abajo y colmatan los embalses de sedimentos, mermando su capacidad de almacenamiento de agua.
Repoblación. Para evitar las pérdidas de suelo, en las cuencas hidrográficas desnudas de vegetación, puede actuarse superficialmente en sus vertientes mediante, por un lado, la repoblación forestal, una vez, no obstante, se haya comprobado que la regeneración natural de las especies forestales no se ha producido de forma satisfactoria pues algunas especies, en especial las del ámbito mediterráneo, están adaptadas a los incendios forestales (siempre que no sean recurrentes en periodos cortos) y liberan sus semillas en mayor grado después del paso del fuego, denominándose especies pirofitas, tal y como es el caso del pino carrasco, el cual, abre sus piñas liberando sus piñones de ala grande tras el incendio.
Y por otro, aunque sea de modo puntual en los cauces, con la construcción de diques.
En lo que es la repoblación forestal en primer lugar hay que elegir bien las especies forestales adecuadas y la mezcla de las mismas (coníferas, frondosas o matorral) para repoblar zonas sin cubierta vegetal o con cobertura escasa o degradada debido a la erosión o a un incendio forestal. Las especies forestales se seleccionan dependiendo del clima, del tipo de suelo y de la vegetación preexistente.
En general, es deseable la mezcla de dos o más especies en aras de la biodiversidad, intentando imitar a la labor de la naturaleza.
En segundo lugar se realizan los trabajos de preparación del terreno, en función de la pendiente y del tipo de suelo, subsolado o plantación por hoyos, de forma mecanizada o manual.
Finalmente, tiene lugar la plantación, en otoño o primavera, de plantas de una o dos savias, cuando haya tempero, es decir, cuando el suelo tenga la humedad y la temperatura adecuada para el arraigo de las plantas.Por otro lado, recordar que la colocación de protectores ayuda a las plantas jóvenes a defenderse del diente de animales silvestres (conejos), así como de la excesiva insolación y del viento. Asimismo las tareas de repoblación forestal son fuente de generación de empleo en el medio rural, porque la fase de plantación hay que hacerla a mano, planta por planta, y se requiere la contratación de cuadrillas conocedoras del oficio, estimándose que son necesarios al menos nueve jornales por hectárea plantada, para una densidad media de 1.111 plantas por hectárea.
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