El clima marca el ocaso del Júcar
El Júcar ha perdido un 20% de sus recursos en la cabecera del río en los últimos 30 años. El dato figura en la documentación que la Confederación Hidrográfica del Júcar, del Ministerio de Medio Ambiente, prepara para el próximo Plan Hidrológico de la Demarcación Júcar. Sin embargo, solo unos pocos, desde Tragacete a Cullera, piensan en rebajar la presión sobre sus aguas. La batalla, ahora, se libra en los despachos y en los centros de poder, mientras unos pocos ecologistas y ciudadanos aspiran a colarse en estos debates junto a regantes, empresas hidroeléctricas y las administraciones como nuevos «usuarios» que solo aspiran, paradójicamente, a «usar» el agua garantizando que pueda correr por los cauces.
En el plano técnico no existen dudas. Durante los últimos años se debatió si convenía diseñar la planificación del Júcar usando la serie de datos estadísticos que arranca en 1940/41 y termina en 2005/2006 (serie larga y, por tanto, más fiable) o fijarse únicamente en la realidad de los años transcurridos entre 1980/81 y 2005/2006 (serie corta). Al final el ministerio tiró por la calle de enmedio y obligó a realizar los balances con ambas series.
Un difícil encaje
En la Oficina de Planificación Hidrológica de la Confederación Hidrográfica del Júcar, su responsable, Javier Ferrer Polo, trata de casar recursos con demandas mientras toma nota de las aspiraciones de viejos y nuevos usuarios. Javier Ferrer destaca la importancia de estos datos, de cuyo análisis se derivan «importantes» repercusiones en el establecimiento de las nuevas asignaciones y reservas de agua del Júcar. Si se habla de los recursos en cabecera, existen diferencias notables entre la serie larga y la corta. «Llueve menos y llueve en épocas en las que se generan menos escorrentías e infiltración», resume Ferrer.
En el análisis de la infiltración -el agua que llega a introducirse en los acuíferos para después alimentar el río a través de manantiales- se encuentran diferencias apreciables. Existe un redistribución del patrón de precipitación de forma que las cabeceras de los ríos Júcar y Cabriel reciben aproximadamente un 20% menos de precipitación útil transformada en infiltración, aunque en realidad la precipitación media «solo» haya descendido en un 10,1%.
Manuel Nieto, geólogo y profundo conocedor del acuífero kárstico en el que nace el Júcar, pero también el Tajo y el Guadalaviar, apunta a otras posibles causas en la reducción de la «lluvia útil» derivadas del incremento de la vegetación. «Ahora hay más cubierta vegetal, por abandono de la actividad agrícola y forestal, y muchas veces no llueve los suficiente para que el agua llegue al suelo y se infiltre».
Sea cual sea la causa, los datos asustan: con solo un 10,1% menos de precipitación en la serie corta, la infiltración se ha reducido un 21,2% y el agua que llega al embalse de Alarcón es un 28,7% inferior a la de la serie larga.
Sólo paisaje
Pese a la magnitud de estas cifras, el descenso en las aportaciones no parece preocupar en Cuenca, donde el uso del agua del Júcar ha sido siempre marginal. Unos pocos campos de cultivo -en esta zona del Alto Júcar los regadíos ocupan tan solo unas 5.100 hectáreas- y una ciudad que se mantiene estable en torno a los 50.ooo habitantes, no suponen una gran merma para el río, que sí ha sufrido durante años problemas de contaminación urbana solo resueltos parcialmente en la última década. Más aún, prácticamente desde su nacimiento hasta que el río Júcar entrega sus aguas en el embalse de Alarcón, no existen problemas apreciables en el río más allá de los importantes descensos de caudal observados en los últimos años. Unos pocos campos de girasol, que este año no han sido regados por el encarecimiento de la tarifa eléctrica, y el conflicto permanente entre los usos turísticos del río -entre la Laguna de Uña y Cuenca existen negocios que anuncian paseos en piragua- y los hidroeléctricos, son las únicas preocupaciones de quienes tienen puestos sus ojos en el Júcar.
El problema aquí no son los posicionamientos políticos más o menos justificados, ni la búsqueda de un equilibrio entre desarrollo y sostenibilidad. En Cuenca, que recientemente ha visto asegurado su suministro de agua potable con una nueva conducción desde el espectacular «Ventano del Diablo» hasta la potabilizadora de la ciudad, el enemigo del río Júcar es el cambio climático, o como quiera que se llame el fenómeno meteorológico que está reduciendo las precipitaciones y las saca del invierno robándoles una eficacia que se ha mantenido durante siglos.