No encuentro manera más adecuada de comenzar mi colaboración en este blog que lanzando a los lectores dos preguntas: ¿cómo se explica que una cuestión tan relevante como la planificación hidrológica y la gobernanza del agua no avance con la agilidad deseada? y, la más inquietante, ¿para cuándo las necesarias obras de regulación?…
Digo necesarias porque España, sin estas obras, no podría disponer de más del 8% del agua de lluvia, porcentaje que supera el 42% en Europa; o dicho de otra manera: gracias a los embalses y trasvases hemos conseguido un nivel de regulación de más del 45%, con la diferencia de que Europa sí ha continuado realizando embalses para aumentar las garantías de agua.
Esta “cuasi parálisis hidráulica” amenaza nuestras producciones agrarias, que están perdiendo competitividad a pasos agigantados
Esta “cuasi parálisis hidráulica” amenaza nuestras producciones agrarias, que están perdiendo competitividad a pasos agigantados, ya no sólo por el brusco aumento de los costes de producción que las hace mucho menos rentables, sino por las denominadas guerras del agua.
Por todos es bien sabido cómo la presión de las autonomías ha propiciado conflictos territoriales injustificados por el reparto de agua, dificultando y en muchos casos impidiendo la aprobación de los planes hidrológicos de las cuencas y, en consecuencia, la ejecución del Plan Hidrológico Nacional (PHN) y sus correspondientes obras de regulación.
También es verdad que la complejidad de los diferentes planes hidrológicos de cuenca no contribuye a acelerar la aprobación de estos planes por la excesiva cuantificación de caudales que refleja y que sin duda sería necesario simplicar; pero lo que sí es indiscutible es que si la Administración Central no aplica con firmeza la legislación ya existente en materia de aguas la continuidad del sector puede peligrar.
Claramente, esta firmeza a la hora de tomar las riendas de la política de aguas pasa por atribuir a las propias Confederaciones Hidrográficas, coordinadas con usuarios y autonomías, la cuantificación de las demandas y la determinación de los caudales ecológicos de las cuencas intercomunitarias de acuerdo a criterios técnicos, y no dejarlo en manos de las autonomías que actúan de acuerdo a criterios políticos y arbitrarios.
Como parece que no tendremos una solución a corto plazo, una respuesta a la sequía podría ser flexibilizar los contratos de cesión temporal de derechos del uso del agua
Como parece que no tendremos una solución a corto plazo, una respuesta a la sequía podría ser flexibilizar los contratos de cesión temporal de derechos del uso del agua. En esta medida encontraríamos una manera de disminuir los efectos negativos de la ausencia de lluvias, al convertirse en una alternativa ágil a la falta de embalses y trasvases en las cuencas menos reguladas.
Lo cierto es que, sea como fuere, hay que tomar medidas. Todos sabemos que en un país como el nuestro, con una pluviometría tan inestable, no podemos vivir pendientes del cielo para ver si llueve o hace sol. Insisto: las obras de regulación son una auténtica necesidad aunque ya no estén de moda.
Con estas infraestructuras se evitarían los daños producidos por las lluvias torrenciales, cada vez más frecuentes por las consecuencias del cambio climático; también permitirían almacenar el agua para utilizarla en los periodos de sequía que, por este mismo motivo, también serán cada vez más duraderos.
En definitiva, el impacto negativo del cambio climático será mínimo en las cuencas hidrográficas que tengan el mayor grado de regulación. Esto es una realidad.