l fin de la sequía, el eterno atasco de los planes de cuenca y la más absoluta de las tranquilidades en la gestión presidieron el año hidrológico 2009-2010
Un aspersor de riego instalado en una de las explotaciones que rodean la ciudad de Albac
R.Serrallé
E.F.
Tormentas en los despachos, calma chicha en las parcelas y punto y seguido a la pertinaz sequía. Este es el resumen del año hidrológico 2009-2010 que acabó ayer de forma oficial.
Este ejercicio ha concluido con 1.610 hectómetros cúbicos de agua (48,3%) en la cuenca hidrográfica del Júcar y 650 en la del Segura (57%). Aunque la tendencia en la recta final ha sido a la baja, ambas cuencas acaban el año con las mayores reservas de la década.
Pero el año no comenzó así. El 1 de octubre de 2009, el año comenzó con ambas cuencas en situación de alerta, lo que obligó a la publicación, en diciembre, de un Real Decreto de medidas urgentes para paliar la sequía.
Este decreto cogió de lleno a la provincia pues, en su ámbito territorial, entraron las dos Manchas, Oriental y Occidental, así como el 100% de las confederaciones del Segura y del Guadalquivir. De una forma u otra, toda Albacete estaba en situación de excepcionalidad en todo lo relacionado con el agua.
La norma concede amplios poderes a las Juntas de Gobierno y presidentes de Confederaciones para cambiar dotaciones, prioridades, concesiones, asignaciones y reservas. Pero lo cierto es que no ha llegado a aplicarse.
Justo entre diciembre de 2009 y febrero de 2010, la pluviometría se disparó a niveles inusitados. Según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), los 400 milímetros registrados en la Península doblaron el promedio histórico, con máximos de precipitación en el observatorio de Albacete.
La primavera resultó un poco más cálida de lo normal, con lluvias un poco elevadas en marzo, seguidas de un abril y un mayo secos. Y fue, precisamente en primavera, con el deshielo, cuando las reservas empezaron a subir.
En marzo, la cuenca del Segura declaró oficialmente el fin de la sequía, al llegar a los 438 hectómetros cúbicos almacenados. La del Júcar hizo un anuncio similar poco después.
Los máximos se alcanzaron a finales de primavera, en mayo, con 372 hectómetros en el sistema Segura -no confundir con la Confederación, que es mayor- y 686 en el sistema Júcar. Desde entonces, las cuencas fueron bajando, de forma lenta y constante.
En el ámbito político-mediático, la única novedad fue el cese-dimisión del presidente de la Confederación del Segura, José Salvador Fuentes Zorita en abril, poco después de un sonoro encontronazo dialéctico con el alcalde de Hellín, Diego García Caro, y la Junta de Comunidades.
No hubo mucho más. El Estatuto, con su claúsula de caducidad del Tajo-Segura, no pasó la prueba del algodón en las Cortes Generales y la revisión del Plan de Cuenca del Júcar sigue perdida en su laberinto, pese a los notables esfuerzos didácticos del presidente de la CHJ, Juan José Moragues.
Por contra, en medio de las polémicas, los usuarios han vivido un año más que normal en sus parcelas, más preocupados por los robos de cobre y el precio de la electricidad que por el agua.
En unas recientes declaraciones, el presidente de los regantes de la Mancha Oriental, Francisco Belmonte, remarcaba que «si algo ha quedado claro, es que puede haber agua para todos, los que somos Júcar y los que no, si se gestiona de forma adecuada».
Una opinión que suscribía el secretario de la Junta Central de Regantes del Alto Segura, Prudencia López Fuster, quien reconocía que «a la hora de la verdad, el día a día entre las confederaciones y los usuarios es muy pacífico».
De hecho, López Fuster destacó que el proceso de censo de superficies de riego en el Alto Segura acabó, con unas 40.000 hectáreas, de las que 35.000 se riegan de forma constante.
«Ahora, empezaremos con el proceso de regularización de aprovechamientos -vaticinó- y, de momento, no hemos tenido grandes problemas con la Confederación, diremos lo que tengamos que decir en la revisión del Plan de Cuenca, cuando proceda, pero siempre dentro de la normalidad».