La exministra de Medio Ambiente critica que se hayan reducido las primas a las renovables cuando Alemania las impulsa
Sergi Pitarch Tras dejar el Congreso de los Diputados y entrar en el Consejo de Seguridad Nuclear , la exministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, vuelve a saltar a la arena política con un artículo en el libro «No es economía, es ideología» (Deusto, 2012), que ya va por su segunda edición. Todavía recueda los duros años al frente del departamento que derogó el trasvase del Ebro, puso en vereda a los chiringuitos de la costa valenciana e impulsó las desaladoras. «Pese a que casi me tiraban piedras (bromea), la C. Valenciana y Murcia fueron las autonomías que más visité durante mi mandato», defiende.
La tesis de su artículo se resume en que la crisis se ha utilizado para frenar las políticas medioambientales. Revela que el impulsor de este «retroceso» en España fue el presidente Zapatero en su segunda legislatura.
De manera muy miope. Hay algunas cosas claras, como el recorte de las primas a las renovables que se producen durante el mandato de Miguel Sebastián como ministro de Industria. En el año largo del PP se ha profundizado en esa dirección, se ha desmantelado un sector que genera empleo.
Justo cuando Mariano Rajoy visita Alemania revelan que en un año han montado más placas solares que España en toda su historia. ¿No parece de locos?
Alemania tiene la mitad de horas de sol que España y tiene diez veces más potencia instalada de energía solar fotovoltaica.
¿Qué le sugiera la frase: «El agua de los ríos no se puede tirar al mar»?
Algo muy rancio, esa la idea de que el agua no tiene otra función que la estrictamente productiva. Es una afirmación que todavía hoy se utiliza, una prueba más de la falta de incorporación del conocimiento científico al ámbito de la política. Hemos tenido recientemente el debate de la Ley de Costas que ha puesto en evidencia que el actual Gobierno considera una estupidez el cambio climático. Se ha vendido la moto de que la Ley de Costas va a solucionar la crisis. Hay 600.000 casas sin vender.
Usted tuvo duros enfrentamientos con el Gobierno valenciano por la aplicación de la Ley de Costas…
Nos limitamos a aplicar una ley de 1988. Cuando llegué muchas provincias no tenían hecho ni el deslinde entre dominio público y privado.
En Valencia se le criticó mucho esta actitud. Ahora con perspectiva. ¿Cambiaría alguna de las decisiones que tomó?
Es imposible darle gusto a todo el mundo cuando las posiciones son distintas. El PP ha buscado el aplauso de personas que se han colocado fuera de la ley. Eso no crea empleo. La propia reforma de la Ley de Costas parece estar hecha a medida para contentar a personas muy determinadas.
El Constitucional ha avalado la derogación del Trasvase del Ebro ocho años después. ¿A buenas horas mangas verdes? Los votos que hubiera salvado.
Que la Justicia sea lenta comporta injusticia. Muchas veces esa lentitud hace que se pague por algo injustamente. Desde el punto de vista político, que una sentencia salga tan tarde para mi ha supuesto un coste. Pasa lo mismo con el «Algarrobico», que motivó un debate interno muy duro en el PSOE.
Dice uste en su artículo que el Tajo-Segura está sobredimensionado.
El Tajo-Segura se hizo en un momento en que las previsiones de lluvias eran mucho mayores. Con esas espectativas se generó una agricultura que ni en el mejor de los años podía ver satisfechas sus demandas. Se preveían 1.000 hectómetros cúbicos de caudal y el máximo fueron 600. Ahora los Gobiernos del PP se están dando cuenta que con el cambio climático se ha reducido el agua y se debe ser más restrictivo. Eso pone de manifiesto que por mi parte no había una negativa sectaria.
¿Cuál es la solución para el Tajo-Segura?
Tendrán que adaptarse a las normativas europeas y garantizar un caudal ecológico. Me alegro mucho de que pese a las grandes dificultades puestas por los gobiernos del PP, la práctica totalidad de las desaladoras está construidas o casi construidas.
Otro foco de conflicto en la Comunitat Valenciana. Las desaladoras.
Aquí tuve que pedir amparo al Constitucional para poder comenzar las obras en la planta de Torrevieja. Tuvimos muchas dificultades y eso ha significado retrasos, que obligan ahora al Gobierno a acelerar las obras para no perder fondos europeos.
Para usted Aznar es el padre de todos los males. Desde la liberalización del suelo al desdén por el cambio climático.
Fue la primera norma. El primer decreto ley de 1996 reducía el suelo que debía destinarse a VPO. Nada más llegar. De aquellos polvos estos lodos. Es muy evidente que ahí arrancó un problema y también es igualmente evidente que los gobiernos socialistas no fuimos capaces de detener a tiempo el estallido de la burbuja.
Resulta, según su tesis, que el «milagro económico español» fue «más ficticio que real».
Fui muy crítica entonces con el desarrollo inmobiliario y con el sobreendeudamiento de empresas y familias. En España, al contrario que en Grecia, la crisis tiene un origen privado, y eso lo podríamos haber evitado desde el Banco de España. Y todo lo que hemos conocido de la caída de las cajas indica que el Banco de España no se ejerció de una forma eficiente la supervisión.
¿Es usted una ecologista radical?
Estoy satisfecha de que se me considere una ecologista radical, porque el mundo se ha instalado en la insensatez radical. Estoy en la defensa radical del planeta. El modelo de los países ricos es injusto socialmente.
¿Apuesta por modificar impuestos antes que subirlos?
Si se redujeran los subsidios a los combustibles fósiles podríamos ayudar a la renovables.