Mira, acaba de enviar una imagen de los Emiratos Árabes». Al verla, Pedro Duque se emociona, a pesar de las miles de fotos similares a ésa que ya ha remitido el satélite ‘Deimos 1’. El astronauta pone el dedo en el ordenador, la amplía y la escudriña a fondo. «Eso es Dubai», apunta con el índice en la pantalla. Nuevas ampliaciones para inspeccionar unos puntos negros que aparecen en medio del desierto permiten ver seis letras en árabe. Sorpresa: cada letra corresponde a una zanja de agua embalsada. El descubrimiento impresiona tanto como la nitidez con la que puede visualizarse.
El mérito hay que atribuírselo a esa pequeña caja con seis cámaras enviada al espacio el pasado 29 de julio desde Baikonur (Kazajstán) con la misión de observar la Tierra y recopilar datos para mejorar los rendimientos agrícolas, detectar los riesgos de incendio en zonas forestales o inspeccionar la ordenación del territorio. Esa especie de lavadora que orbita sobre el planeta a 680 kilómetros de altura se llama ‘Deimos 1’, el primer satélite privado de Europa. La empresa Deimos Imaging, que preside Pedro Duque, lo lanzó, y toda la información que recibe la procesa en las instalaciones ubicadas en el Parque Tecnológico de Boecillo, en Valladolid. Duque dirigió su construcción, cada pequeña pieza fabricada y ensamblada por un laboratorio universitario del Reino Unido. El proyecto, auspiciado por Deimos Space -perteneciente al grupo industrial Elecnor, al igual que Deimos Imaging- costó 30 millones de euros, un presupuesto difícil de cubrir a corto plazo. ¿Razón? «Ofrecemos diversos servicios para distintos sectores, pero hemos de venderlos baratos. A un agricultor que va a sacar 10.000 euros de la cosecha, no le puedes decir que nuestros datos, que le servirán para sacar un poco más, le van a costar 5.000. Nuestra idea es vender, por ejemplo, un producto de recomendación de riegos a un precio que pueda pagar el agricultor». La empresa pretende implantar en España la agricultura de precisión, que Francia ya aplica desde hace siete años y que en América, con enormes extensiones de terreno y un campo sin subvenciones, está dando resultados extraordinarios.
De la información que lanza ‘Deimos 1’, cruzada con datos recogidos sobre el terreno o los enviados por otros satélites, puede obtenerse la velocidad de crecimiento de la planta, cómo realiza la función de la clorofila, la cantidad de abono que requiere cada trozo de parcela (para no despilfarrar fertilizantes) o la optimización del riego. A eso se llama agricultura de precisión, que la empresa va a extrapolar a los viñedos de la denominación Rías Baixas.
Prevención de incendios
Las frecuentes ‘barridas’ del satélite (imágenes de España cada cuatro o seis días, de Europa cada diez) permiten hacer cualquier seguimiento ‘vegetal’ y tomar medidas. Por ejemplo, si el crecimiento de una planta se ralentiza, la planta se muere y abundará la hojarasca y la materia muerta. Si esta información se combina con los datos meteorológicos, los vientos dominantes, las pendientes o el tipo de planta, puede dibujarse un mapa del riesgo de incendios en España y su grado de virulencia para prevenir o extinguir el fuego. En caso de que el monte se queme, también será posible hacer una auditoría de la zona y prever las indemnizaciones. Lo mismo sucede con las inundaciones.
El satélite, que remite imágenes cada hora y media, envió la primera el día 5 del pasado agosto. No hubo vacaciones para los trabajadores (profesores y estudiantes de la Universidad de Valladolid en su mayoría), deseosos de ver los resultados. «Nos emocionamos tremendamente, eso significaba que todo funcionaba bien». El astronauta muestra las primeras de España: «Aquí Barajas, Torrejón de Ardoz…», clarísimas por la ausencia de nubes. Luego, enseña las del incendio que causó dos muertos y calcinó cinco mil hectáreas del Valle del Tiétar a finales de julio pasado.
Vigilancia de bosques y océanos
En estos momentos, la empresa está ‘inventariando’ la masa forestal del planeta, a petición de la UE y de la FAO. La recopilación de datos servirá para conocer el grado de deforestación, de gran utilidad para diseñar protocolos de cambio climático. Lo hacen a velocidad de vértigo: cada día cubren 1,5 millones de kilómetros cuadrados.
Entre los clientes figuran gobiernos e instituciones a los que proporcionan imágenes en bruto o procesadas y documentadas. La caducidad de los satélites franceses ‘Spot’ les ha venido de perlas. ‘Deimos 1’ hace ahora su trabajo. Inglaterra ha solicitado informes sobre el estado de su medio ambiente. El negocio empieza a funcionar. «Nos vamos defendiendo, estamos en una fase inicial, estamos abriendo una brecha nueva», comenta Duque, serio e ilusionado. Google Maps no es competencia. Sus imágenes envejecen enseguida. La frecuencia de las de ‘Deimos-1’ permite controlar hasta las incursiones de Al Qaida si, de repente, aparece un campamento en el desierto; o el tráfico de personas si, por casualidad, capta un barco anclado en medio del mar, donde no hay pesca. Los recursos actuales contra la piratería son caros. «Una imagen de nuestro satélite cuesta como una sola hora de vuelo de un avión P-3 de vigilancia marítima: entre 5.000 y 20.000 euros, más sueldo, dietas del personal y gasolina», detalla Duque. La tecnología, sin duda, abarata el precio.