El agua del Júcar llegó ayer por fin a las comarcas alicantinas para satisfacer una reclamación histórica de 592 años. Algún viejo labrador no podía ayer dar crédito a lo que veía. El agua trasvasada ha salido desde el embalse principal de San Diego, ubicado en Villena, hasta la balsa de El Rollo en Aspe, que dispone de un hectómetro cúbico de capacidad. Tanto de lo mismo ocurrirá a partir de ahora en las diferentes balsas construidas a lo largo y ancho de la geografía alicantina y que forman parte de la margen derecha del postrasvase.
Junto a los muros del embalse de El Rollo se dieron cita ayer al mediodía los representantes de los agricultores alicantinos, quienes acompañados por el alcalde de Aspe, Manuel Díaz, que hizo de anfitrión, recibieron con un indisimulado alborozo el primer chorro que manó a través de la tubería que abastece dicha infraestructura hídrica. Y no era para menos. Al fín y al cabo, ayer se vivió una jornada histórica para los regantes de la provincia. Tras décadas de reivindicaciones y de lucha, el agua del río Júcar ha hecho su aparición y será distribuida a partir de ahora entre 20.000 agricultores de las poblaciones de Agost, Aspe, Monforte del Cid, Elche, Monóvar y La Romana.
Aunque no es la mejor de las aguas, -de hecho los regantes del Vinalopó insisten en reivindicar el cambio de toma río arriba para mejorar la calidad de los caudales, que ahora se toman casi en la desembocadura- los casi cinco hectómetros cúbicos que han quedado en la presa de San Diego servirán para aliviar la sequía del estío en los campos, al menos hasta final de año.
Así lo señaló ayer el presidente de la Junta Central de Usuarios del trasvase Júcar-Vinalopó, Andrés Martínez, quien no podía ocultar su satisfacción al ver por fin correr el agua después de tantos y tantos sinsabores sufridos durante su mandato al frente de los regantes alicantinos.
Eso sí, Martínez no se conforma ni mucho menos con lo conseguido ayer y continúa exigiendo agua de calidad no solo para poder regar cualquier tipo de cultivo, sino «para que sea también apta para el consumo humano», reiteraba el máximo representante de los usuarios.
No en vano, el Consorcio de la Marina Baixa sigue estando integrado en la entidad que preside Martínez, a pesar de que no se ha resuelto el abastecimiento de estas localidades costeras.
Por ello, la Junta Central de Usuarios no va a cejar en su empeño de convencer a las administraciones sobre la necesidad de retomar la transferencia de agua desde la cabecera del Júcar, máxime «cuando la toma de Cortes de Pallás está ya construida», recalca Martínez.
En cualquier caso, los regantes firmaron días atrás un acuerdo con la Generalitat y la Confederación Hidrográfica del Júcar por el que aceptan recepcionar en sus campos un segundo caudal de unos 12 hectómetros cúbicos procedente del Azud de la Marquesa, que será trasvasado una vez se hayan reparado las fugas en la balsa de San Diego. Eso sí, «siempre y cuando las condiciones del agua sean óptimas para cualquier tipo de cultivo», advierte Andrés Martínez.
En este sentido, los cinco hectómetros cúbicos de agua de este primer trasvase que se pudieron salvar a pesar de las filtraciones de la infraestructura, son caudales que al haber permanecido tanto tiempo embalsados han mejorado incluso su calidad porque la acción del sol ha acabado teniendo un efecto descontaminante.
Según precisó el representante de los agricultores alicantinos, ese agua «ha perdido su toxicidad inicial a causa del sol, que ha acabado evaporando los coliformes y los residuos fitosanitarios».
Para el alcalde de Aspe, se trata de un «momento histórico» para «la comarca que más agua necesita y para toda la provincia» ya que «hace 592 años desde la primera reclamación de aguas sobrantes del Júcar». Díaz vaticina que las necesidades de agua van a ser «constantes» y pide que el trasvase sea «operativo, útil y aprovechable».