Los habitantes de la Ribera nunca se acostumbran a las lluvias. Cuando el cielo se abre, viejas desgracias asoman en la cabeza. Y es que, con todas los problemas que han padecido durante siglos la cuenca del Júcar, ha habido un sinfín de daños e incluso víctimas. Durante los dos últimos días, los vecinos de la parte baja del Júcar han estado con el miedo en el cuerpo porque la confluencia entre el Júcar y su afluente, el Albaida, a la altura de Alberic, puede desencadenar un tragedia.
Los vecinos de la zona, esta vez, y hasta el cierre de esta edición, han tenido suerte, ya que la fuerte tromba de agua que venía desde el Albaida se mezcló con las del Júcar e inundó cientos de hectáreas de naranjos en el término municipal de Alberic.
De ahí no pasó al casco urbano, pero la imagen desde la urbanización Sant Cristòfol era dantesca, ya que un inmenso pantano inundaba campos, caminos y casetas. Y menos mal que desde el pantano de Bellús no se habían abierto las compuertas, «si no, aquí se pudo montar algo parecido a la riada de 1987, ya que el agua hubiera inundado parte del casco urbano de Alberic y las localidades aguas abajo, como Benimuslem o Alzira, y agravar las inundaciones producidas por el barranco de Barxeta en Cogullada y en las partes más bajas de Carcaixent», señaló un labrador de Alberic que volvía a ver atónito la mezcla explosiva del Albaida con el Júcar.
El delegado del Gobierno, Ricardo Peralta, manifestó ayer que no es probable que se vean afectados núcleos urbanos, aunque «hay que seguir la evolución de las precipitaciones». Y es que la amenaza de gota fría continúa aunque con menor fuerza que en la madrugada del pasado lunes, cuando se temió lo peor.
Cabe reseñar que la pedanía de Cogullada en Carcaixent volvió a inundarse, algo muy frecuente, al desbordarse el barranco de Barxeta, aunque el agua no llegó a entrar en las casas.
Josefa Romero, vecina de esta barriada, explicó a LAS PROVINCIAS que estas inundaciones «son lo de siempre, llueve por Albaida y el Barxeta nos anega. Hemos pasado un poco de miedo, aunque tengo 55 años y estoy acostumbrada ya a todo esto».
Esta ciudadana achacó este tipo de inundaciones «a las rotondas que se han construido y que hacen de barrera, ya que el agua venía en sentido contrario».
En Carcaixent también se inundó la zona de la calle de La Pau, donde en la noche del lunes el agua llegó a medio metro. Los vecinos tuvieron que tabicar con ladrillos las puertas.
En Polinyà, el Júcar ha vuelto a jugarles una mala pasada, ya que los operarios del Ayuntamiento tuvieron que cerrar unas compuertas de seguridad, por lo que el agua salía por las alcantarillas.
Otros puntos críticos en la Ribera fueron la desembocadura del Magro en el Júcar, la inundación del barranco del Tramusser entre Benifaió y Almussafes y otros cauces en la Vall dels Alcalans.
En Benicull, los vecinos se temieron lo peor, ya que la mayoría de los accesos a esta localidad estaban inundados, aunque la población no llegó a estar incomunicada en ningún momento.