Como en ocasión análoga escribimos anunciando que el Júcar había llegado a donde iba, el padre río se ha vuelto a rajar. Ecologistas en Acción ha puesto el grito en el cielo, y la Confederación pide que se abran los pozos..Baja desplomándose desde Albarracín, escurrido, agotado, se mira lentamente en los juncos de la ribera y refleja apenas el paisaje de los pueblos que llevan su apellido en un trayecto histórico y también disputado. Hemos bebido ansiosos el agua que nos traía, pero tanto va el cántaro a la fuente que el cauce no da más de sí. Lo confirma quienes gestionan el caudal, mientras nos disponemos a recuperar los acuíferos para paliar la falta de un suministro superficial disminuido hasta la temeridad, que un vaso más que dé pone en riesgo su naturaleza, antaño tan ubérrima. El Júcar cumplió con su papel generoso, cruzó los puentes con ese orgullo, entre la espuma de ese invento fluvial con el que el dios de las aguas obsequió a los pueblos por donde pasa. Sacamos también del subsuelo esa riqueza freática igualmente en peligro a causa de una sobreexplotación tan pertinaz como la de la sequía, y en cuanto nos descuidamos, entre tener tanta agua y darla, los pantanos son también un desolado recurso, allí por donde Entrepeñas y Buendía ven cómo los recursos bajan peligrosamente. Aquí, el Júcar nos dio de beber y la nueva traída del agua fue un festejo. Pero la pólvora se mojó y ahí nos tienen, atentos a sacar otra vez do de los veneros lo que se pueda para un aprovechamiento regular con las espaldas al parecer razonablemente cubiertas y según se cree en condiciones aceptables de salubridad, aunque se precisen filtros de carbono para garantizarla.
En cuanto al Júcar, el presidente de la Confederación afirmó no hace mucho que había aportado un 30 o 40 ciento menos de agua que nunca, subrayando que «técnicamente es una situación de emergencia», haciendo una llamada -otra más- al uso racional del agua en Castilla-La Mancha y Valencia. Entonces calificó la situación de grave. Salvar el año, ese era el objetivo. El responsable federativo se mostró confiado en una actitud de prudencia para acabar el curso hidrológico «si no de una forma totalmente satisfactoria, sí de una forma aceptable». Pero las cosas se complicaron, hasta el punto que en una segunda comparecencia detalló un panorama sombrío, de perspectivas lamentables. La situación de la cuenca, según el representante de la Confederación, era «preocupante» y «delicada» durante aquel verano, tras dos años consecutivos de «una sequía importante». Moragues destacó en aquel momento que las aportaciones del río eran «las más pequeñas desde que se miden». Indicó que «si el otoño que viene no llueve, todo lo que hemos ahorrado este año nos servirá para tener alguna reserva». Explicó también que el objetivo de la Confederación era «garantizar el suministro para el año próximo» y recordó que los usuarios del resto de la cuenca lo estaban pasando mal. El presidente se refirió a la gestión que iba a realizarse en el pantano de Alarcón para evitar «que se nos seque el río, y habrá que ver cómo una obra que se hizo en los años 50 para suministro, use, al final, las pocas reservas que le quedan para paliar los daños que la sobrexplotación del acuífero de La Mancha ha hecho durante los años 98. Si en aquel momento -julio del 2006- dejamos el río libre, el Júcar haría semanas que estaría seco aquí en Albacete estamos ajustando el agua no al usuario, sino al río».
Este lunes, el presidente Moragues se reunió con la alcaldesa para pedirle que el Ayuntamiento proceda a la reapertura de los pozos para abastecer a la ciudad. La situación es crítica, se han confirmado todos los malos augurios de los últimos tiempos. Según Carmen Oliver, Moragues garantiza que en los próximos meses el agua del pantano de Alarcón, que tiene 69 hectómetros cúbicos, con algunos enfangados, se destinará exclusivamente al abastecimiento de la capital y para mantener el cauce ecológico del Júcar. Pero hay que sacar el agua de los cuatro pozos existentes, que se abrirán «sólo si es necesario y durante el tiempo imprescindible y seguramente antes del verano».
El Júcar es culpable. No puede arrastrar ni un barquito de papel. Quién lo ha visto y quién lo ve, adivinado entre las piedras en Cuasiermas donde se contempla su decadencia. Los poetas se han ido de los puentes a su paso. Los regantes lo miran con estupor.