Cientos de agricultores de toda Castilla-La Mancha han sido objeto en los últimos meses de robos en sus explotaciones agrarias. Estas acciones tienen como finalidad la obtención por parte de los delincuentes de material que vender en el mercado negro, principalmente en chatarrerías, ocasionando importantes pérdidas a los agricultores, que en más de una ocasión se han quedado sin posibilidad de realizar las tareas diarias en el campo debido al robo de elementos indispensables para ello. Por tanto, a la hora de evaluar el alcance de los daños no sólo se debe computar el valor material de lo robado, sino los daños ocasionados en sus faenas agrarias. Afortunadamente, y a diferencia de lo ocurrido en otras regiones, no se ha vivido ningún episodio de agresiones personales, lo que supondría elevar el nivel de gravedad de la situación.
La crónica de sucesos ha estado marcada durante muchos meses por este tipo de delitos, si bien es cierto que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado han respondido con eficacia arrestando a muchas personas vinculadas a estos robos. En ocasiones se pasa por alto el trabajo de los agentes en el medio rural, que tienen que velar por la seguridad en zonas muy amplias de la Comunidad y, al mismo tiempo, llevar a la práctica investigaciones minuciosas para resolver muchos delitos. Esta es una tarea que se realiza sin altavoces ni micrófonos y por ello en ocasiones tiende a generarse en la opinión pública cierta sensación de inactividad. La realidad es bien distinta, porque de lo contrario no hubiera sido posible que, por ejemplo, en lo que va de abril se encarcelara a una docena de personas a las que se les atribuye la autoría o participación de nada menos que 165 robos en explotaciones agrarias de la provincia de Ciudad Real. Pero a lo largo de los últimos meses se han registrado más operaciones de esta índole en el resto de provincias de Castilla-La Mancha afectadas por esta oleada de robos en el campo o en zonas industriales, lo que da idea de que las fuerzas y cuerpos de seguridad están a lo que tienen que estar.
Las quejas y la indignación de las gentes del campo son lógicas y entendibles y también a ellas se debe en parte el éxito de estas operaciones. Es fundamental que exista entre ambas partes la mayor colaboración posible y ninguna desconfianza, como en alguna ocasión ha dado la sensación. Esa es la mejor manera de ir acabando poco a poco con esta situación, cada uno en la tarea que le corresponde. Cuando a un agricultor le roban una y otra vez es difícil convencerle de que ha de tener paciencia, pero es la única opción posible, empezando por la importancia de su propia seguridad personal. Al final los resultados llegan, aunque la solución no sea para siempre.