El Informe sobre Escenarios Climáticos para España recoge proyecciones regionalizadas de cambio climático para el siglo XXI. Si ya el comportamiento de las temperaturas para el último tercio del siglo XXI (2071-2100) se prevé que sea dramático, con un aumento de entre 5 y 8 grados centígrados en las temperaturas máximas en las regiones interiores de la Península ibérica, las lluvias serán aún más escasas.
Así, según el documento que ayer la ministra Narbona presentó a las comunidades autónomas y a los agentes económicos y sociales representados en el Consejo Nacional del Clima, «la tendencia no es tan consistente como en el caso de la temperatura», pero todos los modelos apuntan a una reducción de las precipitaciones en la mitad sur de la Península de hasta el 40 por ciento. En la mitad norte ese descenso será menor, en torno al 20 por ciento, a excepción en Galicia y Asturias, donde la disminución de las lluvias rondará el 10 por ciento.
Menor nubosidad
También apuntan todos los modelos a un descenso de la nubosidad y de la humedad relativa en superficie para el último tercio del siglo. Esta reducción será especialmente acusada en los meses de verano, aunque se atemperará el resto del año e incluso puede aumentar durante el invierno, sobre todo en el cuadrante noroeste y en el litoral cantábrico.
La sensibilidad de los recursos hídricos a esta situación es muy alta. Para el horizonte 2030, simulaciones con aumentos de temperatura de 1 grado y disminuciones medias de precipitación de un 5 por ciento ocasionarían pérdidas medias de aportaciones hídricas en régimen natural de entre un 5 y 14 por ciento.
Este último dato corresponde a Canarias que, junto a las cuencas del Guadiana, Segura, Júcar, Guadalquivir, Sur y Baleares tendrán los impactos más severos. Para finales de siglo la reducción de recursos hídricos podría superar el 20 por ciento.
Pero algunas de las consecuencias que se desprenden de este calentamiento no se revelarán de manera escalonada, sino que lo harán de forma brusca. Son los llamados fenómenos climáticos extremos: inundaciones, olas de calor, incendios… El cuarto informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) ya advertía de que la probabilidad de que esto se repita va del 90 al 99 por ciento. La forma y la media de estos impactos en las diferentes regiones del planeta queda para el segundo informe, a publicar en abril.
El sur se «africaniza»
Hasta entonces, el último diagnóstico de nuestro país lo dio la Evaluación preliminar de los Impactos del Cambio Climático en España. En este informe ya se proyectaba un aumento de un 20 por ciento en la amplitud y frecuencia de las anomalías térmicas mensuales, si bien no de forma regular en todo el territorio. En general, los archipiélagos se salvan, pero en la Península se incrementará muy significativamente la frecuencia de días con temperaturas máximas extremas sobre todo en primavera y, en menor medida, en otoño.
Podríamos decir que el clima del norte de España se «mediterraniza» y el del sur se «africaniza». A este nuevo clima se le denomina «clima inframediterráneo» y es, por ejemplo, el de Marruecos. Para el periodo 2071-2100 se espera que este clima impere en Extremadura, Andalucía, Baleares y el sureste mediterráneo hasta Almería.
Así las cosas, con unas proyecciones que, a falta de los últimos datos del IPCC, no son muy halagüeñas, ayer arreciaban las críticas contra la Estrategia Española de Cambio Climático y Energía Limpia. La ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, la presentó a los representantes de las comunidades autónomas y agentes económicos y sociales como una forma de pasar del catastrofismo de esas predicciones a la acción para evitar que éstas se cumplan.
Quejas de los ecologistas
Sin embargo, «la batería de medidas para luchar contra el cambio climático», tal y como dice la nota del Ministerio de Medio Ambiente, no ha gustado a los grupos ecologistas.
Consideran éstos en primer lugar que las medidas recogidas no son adicionales ni novedosas, por cuanto que la gran mayoría están incluidas en planes ya en marcha, y, en segundo lugar, porque éstas no van asociadas a objetivos cuantificados. Es decir, no se plantean nuevos objetivos de reducción de emisiones contaminantes.
Si estas críticas ya habían sido apuntadas el lunes desde Greenpeace y Ecologistas en Acción, ayer coincidieron en la misma diana las de Adena, que a la ausencia de objetivos concretos añadió la falta de calendario y presupuesto para llevar adelante la estrategia; y Los Verdes, para quienes «la gravedad de la situación climática requeriría objetivos más audaces y medidas más eficaces». Así lo dijo su portavoz confederal, Francisco Garrido, que es diputado adscrito al Grupo Parlamentario Socialista.
Por tanto, el cambio climático parece no entender de colores políticos. Es más, sólo entiende de reducción de emisiones. Sin embargo, algunas de las medidas recogidas en esta estrategia apuntan a un cambio de objetivos. Así, por primera vez se considera «una pieza clave en la lucha contra el cambio climático» la captura y almacenamiento geológico de dióxido de carbono.
Enterrar las emisiones
Esto es, no nos vale con el descenso de nuestra cuenta de emisiones que suponen los «sumideros» de carbono naturales (superficie forestal y cubierta vegetal), sino que el Gobierno se plantea recurrir a esta tecnología para «enterrar» las emisiones. Para Pablo Cotarelo, de Ecologistas en Acción, supone «perpetuar el sistema que nos ha llevado hasta aquí».