El Júcar y el Cabriel discurren sobre la Mancha Oriental. Bajo el susbsuelo, está el gran acuífero 18. Pero en la zona también hay regatos, arroyos, torrentes, fuentes, humedales y afloramientos de agua. O los había, según denunciaron ayer en rueda de prensa Gregorio López y Cipriano Escribano.
López, miembro de la Asociación para la Conservación de los Ecosistemas de la Manchuela (ACEM), y Escribano, de Ecologistas en Acción, recordaron que esos cursos de agua, aparentemente insignificantes, esconden una riqueza natural y humana que ahora se encuentra amenazada.
«Esas pequeñas masas de agua son semilleros de biodiversidad, hay una riqueza cultural y social enorme -afirmaba ayer Gregorio López- pero nadie se acuerda de ella, es la gran olvidada del Plan de Cuenca del Júcar».
López habló de pequeños ecosistemas, de cultivos tradicionales, de comunidades humanas, cuya existencia se debe a estas minúsculas masas de agua, que antes eran abundantes y ahora se encuentran en regresión.
«A mediados del siglo pasado, había un gran número de humedales, grandes y pequeños, por esta parte de la provincia -recordó Escribano- y algunos llegaban hasta el término de la propia ciudad de Albacete; hoy, casi todo esto se ha perdido».
Y lo poco que queda está en regresión, entre otras cosas porque a casi nadie le importa, subrayaron ambos ecologistas. De hecho, en los grandes debates de la revisión del Plan Hidrológico de Cuenca del Júcar, apenas existen, son meras notas a pie de página, ocultas tras los grandes debates, como las dimensiones de la futura demarcación, la interacción entre el río y el acuífero 18, la política de desembalses o el futuro de la Albufera de Valencia.
«La gran paradoja es que, si uno se lee la Directiva Marco del Agua, se supone que la revisión del Plan se hace para proteger el buen estado de las masas de agua, pero parece que eso es lo último que importa», se lamentaron.
LOS REGADÍOS INDUSTRIALES. Ambos ecologistas culparon ayer a los grandes regadíos abastecidos con aguas subterráneas de la desaparición de estos ecosistemas, por lo que pidieron, una vez más, su eliminación y sustitución por otros sistemas agrícolas.
«Nosotros no nos vamos a oponer a la agricultura -afirmaron- porque los agricultores han mantenido muchos de estos ecosistemas, pero también creemos que ciertas formas de producción son totalmente inadecuadas para esta zona del país».
Tanto para López como para Escribano, los grandes regadíos industrializados han provocado un acusado descenso de los niveles piezométricos, y éste se ha manifestado, entre otros síntomas, en la desaparición de muchos pequeños ecosistemas asociados al agua.
«Nosotros ya hemos iniciado un estudio para la comarca de La Manchuela -avanzó Gregorio López- pero hace tiempo hicimos este estudio para Casas Ibáñez, y salió que, de 20 pequeños ecosistemas acuáticos que había en los año 60, sólo quedaban la mitad y en un estado muy precario».
Lo que solicitan ACEM y Ecologistas en Acción es que los regadíos se ciñan al acuífero, esto es, que no se extraiga más agua de la que éste pueda recargar de forma natural. Y, a ser posible, regresar al mismo nivel de extracción que había en los años 60 del pasado siglo.
Preguntados sobre el valor exacto de la recarga del acuífero, los ecologistas declinaron dar una cifra exacta, «aunque lo que es evidente es que ahora mismo se extrae más de lo que se puede recuperar el acuífero porque, de lo contrario, los niveles piezométricos no bajarían un años tras otro», aseveraron ambos.