Las lluvias torrenciales que todos los años visitan la cuenca mediterránea están a la vuelta de la esquina. Es la temida gota fría, de infausto recuerdo en regiones valencianas como la Marina, después de los enormes destrozos provocados en El Verger y el Els Poblets hace tres años.
El fenómeno, que se materializa tras el contacto entre una masa de aire frío en altura y una cálida, situada en superficie, puede dejarse notar en apenas dos semanas, según avanzó ayer el delegado territorial de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en Murcia, Fernando Belda. Las consecuencias son de sobra conocidas: precipitaciones muy concentradas y de elevada intensidad que provocan verdaderos problemas en campos, ciudades e infraestructuras.
Belda, en declaraciones a Europa Press, apuntó ayer que la gota fría podría llegar a la zona de Levante a partir del 15 de septiembre, si bien prolonga la previsión hasta finales de octubre, al coincidir las principales causas que disparan el fenómeno con el inicio del otoño: el contacto entre el aire frío en cotas altas con las masas más calientes y húmedas de la superficie.
Estas circunstancias se dan, según Belda, con cierta «frecuencia» en Murcia, la Comunitat Valenciana, la parte oriental de Andalucía e incluso en Cataluña y Baleares.
Cuando este fenómeno se desarrolla en un área amplia de terreno, da lugar a fuertes precipitaciones que sólo el año pasado dejaron en la Comunitat hasta 308 litros por metro cuadrado en tres días.
Otro de elementos a tener en cuenta, según Belda, es la orografía del terreno, que en el caso del sureste y el este peninsular, «es compleja y favorece que ciertas zonas se vean favorecidas por esta acumulación de grandes cantidades de precipitación».
Más o menos fuerza
El responsable de Aemet en Murcia también se refirió a la influencia de la temperatura del mar Mediterráneo, que en septiembre y en octubre todavía está «relativamente cálido». Por lo tanto, cualquier situación que haya de «vientos de levante en niveles bajos de superficie trae humedad y aire cálido que, junto con el aire frío en altura, produce la combinación».
En cuanto a la virulencia, destacó que la gota fría será más o menos persistente en función de la temperatura que haya en los niveles altos y bajos. Y es que, según Belda, «a mayor diferencia, si el aire de arriba está más frío y el de abajo más cálido, los movimientos verticales de masas que se generarán serán mucho más violentos».
Además, hay que tener en cuenta que las previsiones de Aemet para este verano hablaban de una subida de hasta dos grados de la temperatura media, por no hablar de los récords históricos que se alcanzaron la pasada semana con la ola de calor africano, que dejó máximas de hasta 44 grados.
Es decir, se dan las condiciones para que se forme la capa de aire cálido en superficie, uno de los ingredientes imprescindibles del fenómeno de la gota fría.
Ayer, el director del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM), Millán Millán, señaló que la ola de calor africano, que trae consigo partículas de arena procedentes del Sáhara, puede contribuir al mantenimiento de la temperatura en superficie, al actuar como una especie de capa protectora que retiene la radiación. Además, insistió en la influencia de la temperatura del Mediterráneo, si bien destacaba la dificultad de predecir dónde se puede producir la descarga de agua.
Por su parte, el jefe de Climatología de Aemet en la delegación valenciana, José Ángel Nuñez, se mostraba más cauto que su compañero de Murcia, al señalar que las mejores previsiones sobre la llegada de la gota fría se deben hacer con «siete u ocho días de antelación», aunque coincidió en las fechas elegidas por Belda al señalar que es la época «habitual».
Ante la previsión de fuertes lluvias, los mecanismos de control ya se han puesto en marcha. Es el caso la campaña de prevención de inundaciones, que obliga a los municipios situados en zonas con riesgo de sufrir avenidas a realizar controles constantes del volumen de precipitaciones o de los caudales de los ríos. Un 50% de la población valenciana vive en los 165 municipios con riesgo de inundación. Y casi la mitad de estos no dispone del plan de acción en caso de emergencia.