El caudal de los 187 ríos que discurren por la península Ibérica ha disminuido en los últimos 60 años y la tendencia a la baja se mantiene, según un estudio del CSIC
La cuenca del Segura ha decrecido en más de un 3% anual con respecto a la media
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Río Tiétar a su paso por La Vera en Extremadura. / CSIC
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En medio de la eterna discusión, trasvases sí, trasvases no, animada por la comparecencia del ministro de Agricultura y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, la semana pasada en la que defendió este tipo de infraestructuras, el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) publica un informe en la revista Journal of Hidrology que muestra que los ríos ibéricos transportan cada vez menos agua. Los científicos han llegado a esta conclusión tras dos años estudiando la evolución del caudal de las 187 cuencas fluviales de la Península Ibérica entre 1945 y 2005. Una tendencia a la baja que tiene visos de mantenerse en el tiempo por las condiciones climatológicas y de uso de agua que nos rodean.
«La caída es generalizada tanto en los ríos regulados con presas y embalses, como en los que no lo están, aunque en los primeros los descensos son más marcados. Además, hemos observado la existencia de un gradiente sur-norte con principales descensos en la zona sur», explica Sergio Vicente, investigador del organismo público y del Instituto Pirenaico de Ecología. Detrás de la situación, se vislumbra el cambio climático (disminución de lluvias y aumento térmico) y factores como el abandono de la agricultura en zonas de montaña, la expansión de las superficies irrigadas y el aumento de la demanda de agua para el abastecimiento de poblaciones, industrias y actividades turísticas. «En definitiva, clima y cómo se gestionan los recursos hídricos y del territorio», puntualiza Vicente.
La disminución se puede asociar al descenso de las lluvias y al aumento térmico
Aunque la bajada es generalizada, no afecta a todos los ríos por igual. La cuenca del Segura y un tramo de la del Guadiana se llevan la peor parte: el descenso ha sido superior al 3% anual con respecto a la media de la segunda mitad del siglo XX. El resto del Guadiana, el Júcar y la primera mitad del Tajo, disminuye entre el 1% y el 3%.
«Un aspecto llamativo es que existe un patrón estacional claro», explica el investigador. En primavera cerca de la mitad de la cuenca del Guadalquivir y más de un cuarto de la del Guadiana sufren un descenso del 3% anual. Sin embargo, en otoño e invierno Galicia, Norte de Castilla y León, baja cuenca del Tajo, este de Andalucía y nordeste de Madrid, aumentaron la cantidad de agua entre el 1 y el 3%, respecto a la media.
«¿Qué se puede hacer? Es complicado, pero yo apuesto por las medidas de adaptación de cada territorio. En cuanto a los trasvases, a todo el mundo se lo olvida que, independientemente del cambio climático, nuestro clima es variable», explica. Como prueba, recuerda que el invierno de 2010 fue el más lluvioso desde que existen registros y que este año no ha habido lluvias. Es en esos momentos, continúa, cuando empiezan los problemas entre territorios, porque no se puede predecir cuando va a haber más o menos agua. «Todo recurso externo puede aliviar una situación puntual, pero no se puede plantear un desarrollo confiando en un recurso externo, que lo que fomenta es la dependencia y eso no es adaptación. Es aplicar el sentido común, ni siquiera criterios científicos», concluye.