El Ministerio de Medio Ambiente ha comenzado a bombear agua del Júcar a la balsa de San Diego, embalse regulador de las aguas que lleguen desde el Azud de la Marques a Villena a través del trasvase Júcar-Vinalopó. La entrada de caudal en la balsa supone un paso más en el final de las infraestructura técnica pero la apertura del trasvase sigue rodeada de polémica. A día de hoy y según apuntaron ayer desde la Junta Central de Usuarios, el agua del Júcar continúa sin tener clientes ya que el Ministerio sólo ha logrado las adhesiones de un par de ayuntamientos, entre ellos el de Elche, que utilizarían el agua para baldear calles y el mantenimiento de los huertos de palmeras y los parques.
Los regantes y el resto de los ayuntamientos miembros de la Junta Central de Usuarios reiteran que no aceptarán el agua de Cullera si no se garantiza una calidad similar a la de Cortes de Pallás (proyecto original), toma que defiende el presidente de la Generalitat, Francisco Camps y un precio de 18 euros el metro cúbico.
Dos condiciones que consideran innegociables los regantes, enfrentados de nuevo con el Ministerio de Medio Ambiente al haber comprobado como el Gobierno no incluía en sus presupuestos una partida económica para construir la potabilizadora anunciada por el secretario de Estado de Medio Rural, Josep Puxeu. Aunque las relaciones no se han roto, el escenario actual es similar al de finales de 2005. pero con el trasvase prácticamente finalizado desde el punto de vista de la infraestructura física: no hay acuerdo para recibir el agua.
La balsa o embalse de San Diego, ubicada entre los términos municipales de La Font de la Figuera (Valencia) y Villena es el punto final del trasvase Júcar-Vinalopó. En ella se pueden almacenar más de 20 hm3 de aguas procedentes del curso bajo del río Júcar, agua suficiente para regar 10.000 hectáreas de cultivo. Y lo que es más importante, en épocas de bonanza hídrica, San Diego podrá llenarse hasta 4 veces al año, según la información que maneja el Ministerio de Medio Ambiente.
El embalse tiene unas dimensiones tan extraordinarias que fue clasificada como Presa de Categoría A por la Dirección General de Obras Hidráulicas del Ministerio de Medio Ambiente. Su perímetro supera los 4 kilómetros de longitud; presenta una altura máxima de 35,2 metros al pie de talud y de 38,5 metros sobre el eje de los cimientos; el ancho de coronación tiene 7,5 metros y el ancho de base de talud llega a alcanzar en algunos puntos los 200 metros. El agua almacenada, en su cota máxima, tendrá 22 metros de profundidad, es decir, cubriría un edificio de 7 plantas.
El vaso de la balsa tiene una superficie de 800.000 m2, equivalente a 80 campos de fútbol. Cuando la lámina de agua alcance su cota máxima esa superficie equivaldrá a 115 campos de fútbol (1.150.000 m2).
En marzo de 2009 el Ministerio de Medio Ambiente aprobó el Plan de Emergencia de la balsa, y el febrero de 2020 aprobó del Plan de Puesta en Carga de la balsa, al cumplir éste con todos los requisitos establecidos por el Reglamento Técnico sobre Seguridad de Presas y Embalses.