Cuando el PSOE llegó al Gobierno de la nación en marzo de 2004 tomó una decisión que iba a cambiar el rumbo de la política del agua en la Comunitat los siguientes años: la derogación del trasvase del Ebro. Pero no es tan conocido que, pese a que todavía no se habían iniciado las obras y el proyecto ni siquiera estaba acabado, la recién llegada ministra de Medio Ambiente siguió adelante con otro trasvase del Ebro, pero a Cantabria.
Cuatro años después, las obras han finalizado y ha sido la misma ministra la que inauguró la transferencia hace unos días. Esta conducción permitirá garantizar el abastecimiento de agua a 350.000 vecinos de Cantabria. En un segundo proyecto se conectará esta tubería con otra que abastecerá a esa autonomía de este a oeste.
Llama la atención que Narbona justifique la financiación de este trasvase, al que llamó autovía del agua, en la presencia masiva de turistas en la costa cantábrica, donde en ningún caso se ha planteado la opción de construir desalinizadoras, como sí ha hecho en la costa de la Comunitat Valenciana y Murcia. La página web de la empresa Acuanorte, dependiente del Ministerio de Medio Ambiente, asegura que su finalidad es “llevar agua del Ebro, captada en el embalse de Reinosa, a la franja litoral, que padece un déficit de doble origen: la masiva afluencia de turistas en verano y la superpoblación por la emigración de ciudadanos vascos, que hace que en Castrourdiales residan en la práctica el doble de las 30.000 personas que tiene empadronadas”.
La oposición radical que desde el PSOE se ha mantenido con el trasvase del Ebro no se entiende ahora cuando se da a conocer que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero no está radicalmente en contra de los trasvases, que ha mantenido e incluso financiado tras ganar las elecciones en 2004.
Además, el trasvase a Cantabria desde el Ebro sí ha contado con financiación europea. La mitad de los 109 millones de euros que cuesta el proyecto provienen de los Fondos de Cohesión europeos.
Red de 55 kilómetros
Las tuberías del trasvase, que integran una red de 55 kilómetros y que se encuentran ya completamente instaladas –las obras empezaron en el 2004–, pueden transportar 2,5 metros cúbicos por segundo. De funcionar todo el año, sería capaz de transferir 78,8 hectómetros cúbicos, volumen que supera al consumo urbano anual de Zaragoza.
En principio, ese caudal sería transportado a la franja costera “en los meses de estiaje” para ser devuelto a la cuenca del Ebro mediante transferencias desde los ríos de la cuenca cantábrica en los meses en los que estos son excedentarios “para conseguir un balance hidráulico anual nulo”. El proyecto incluye una red de estaciones de bombeo y conducciones para ese retorno.
La web de Acuanorte ofrece una curiosa explicación de este sistema. Según su versión, el embalse del Ebro se utiliza para almacenar los caudales sobrantes de las cuencas cántabras hasta el verano, cuando “toda el agua” circulante es “imprescindible” para mantener los ecosistemas.
En esa época se suspenden todas las captaciones, “incluidas las del abastecimiento”, para llevar a la red el caudal embalsado en invierno. “Todo ello sin necesidad de construir nuevas presas”, puntualiza la empresa pública.
Este proyecto es similar al del cercano trasvase Ebro-Besaya, que funciona desde 1982 y que también es de carácter reversible.
Pero hay otra objeción al proyecto que se acaba de inaugurar. Los embalses de la cuenca del Norte II, situado en Cantabria, están al 80% de su capacidad, el porcentaje más alto de todas las cuencas españolas. Ni qué decir tiene que los pantanos de las cuencas valencianas, el Júcar y el Segura, tienen menos reservas y están al 18 y al 13%, respectivamente.
Las condiciones de la UE
Fuentes conocedoras del proyecto apuntaron otros problemas a este trasvase. Su diseño final no respeta las condiciones impuestas por Bruselas. La UE limitó a 15 hectómetros cúbicos el volumen trasvasable desde el Ebro, mientras que el proyecto contempla la transferencia de 26 –casi el doble–, además de tener una capacidad cinco veces mayor.
Pero además, el trasvase ha sido eximido de ser sometido a evaluación de impacto ambiental por el Ministerio de Medio Ambiente, a pesar de que comunica una cuenca con presencia de mejillón cebra –aunque no ha sido detectado en el embalse de Reinosa– con otra en la que no ha sido detectado.