Voz autorizada a nivel mundial en lo que se refiere al agua y su gestión, el profesor de Análisis Económico en la Universidad de Zaragoza Pedro Arrojo analizó ayer en Santander ‘El reto ético de la nueva cultura del agua’, en un acto organizado por el Gobierno cántabro. El activista social -que es el único español cuyo trabajo ha recibido el premio Goldman de Medioambiente, considerado el Premio Nobel del área- considera que en el planeta Tierra «hay agua en abundancia». Curtido en mil batallas, Arrojo no se casa con nadie. Dice que Cristina Narbona es el único titular de Medio Ambiente que ha tenido este país con conocimiento de causa, pero recela de los gobiernos autónomos («de todos»), que se «equivocan» si consideran «suyos» los ríos.
-¿Ante qué reto cree que estamos en este siglo respecto al agua?
-Ante uno fundamental, que es diferenciar lo que yo llamo ‘agua-vida’ del ‘agua-ciudadanía’ y del ‘agua-negocio’ y, a partir de ahí, conservar el ecosistema. El ‘agua-vida’ es un derecho humano, es la cantidad de agua que se precisa para la supervivencia y estaría en torno a los 30 litros por persona y día. Esto hay que garantizárselo a cada ser humano y debe ser gratuito. Lo que yo defino como ‘agua-ciudadanía’ es esa cantidad de líquido que nos llega a casa al abrir un grifo y que es un servicio que recibimos. Éste estaría en torno a los 130 litros por persona y, a medida que se consumiera mucho más, se podría ir gravando por tramos. Esta gestión ha de ser pública, participativa y democrática. El tercer escalón es el ‘agua-negocio’. Está muy bien usar el agua para ser cada vez más ricos, pero aquí es preciso cambiar el orden ético: los objetivos empresariales no justifican nunca el desequilibrio ecológico. ¿Usted necesita agua para su negocio? Tómelo y pague por ello. No se puede seguir permitiendo que en toda la costa mediterránea el consumo de agua por persona sea de 3.000 litros al día, debido a la demanda de los invernaderos y los campos de golf. Tenemos agua en abundancia; es el exceso de ambición lo que la está convirtiendo en escasa. Yo entiendo la solidaridad del agua para el consumo básico y, al tiempo, no entiendo la solidaridad con ‘Terra Mítica’. Ni entiendo que haya que construir una presa que anegue pueblos para llevar agua a Marbella.
-¿España tiene que dar un giro radical en su relación con el agua?
-Sí. Y lo está dando ya. Yo no soy del PSOE, pero ahora, por primera vez, tenemos una persona en el Ministerio de Medio Ambiente (Cristina Narbona) que sabe de qué habla. Está siendo sometida a fuertes críticas sólo por defender la directiva europea respecto al agua, que es ambiciosa y que habrá que cumplir para 2015. En esta nueva conciencia creo, también, que algo hemos tenido que ver desde el movimiento ‘Nueva Cultura del Agua’. Empezamos como algo marginal y 10 años después hemos sacado a un millón de ciudadanos a la calle. Aunque queda mucho por hacer, soy optimista. La gente está viendo que defender el río es defender el territorio, su forma de vida.
-¿Qué opina del anuncio del Gobierno de que parte de la gestión de los ríos pasará a las comunidades autónomas?
-No me parece mal, si bien exige mucha más coherencia. Estoy a favor de la descentralización en la gestión pero, con esa misma fuerza moral, debería decirse que los ríos y cuencas no tienen fronteras. Es decir, no vale la frontera con Portugal, por ejemplo. Y lo que le pase al Ebro le atañe por igual a los cántabros que a los riojanos, los aragoneses y los catalanes. Cuando se cede la gestión a los gobiernos autonómicos, éstos caen en decir ‘esto mío, por si acaso’. Y a mí ese discurso no me vale. Yo soy muy crítico con el Gobierno socialista de Aragón al proponer un plan estratégico de aprovechamiento del río. Un ecosistema es de todos, no se puede parcelar ni poseer. Este es el principal objetivo a conseguir: que la gente vea que los ríos son patrimonio de todos. Como un bosque. Se puede permitir su aprovechamiento, dentro de unos límites. No estamos hablando de un recurso económico, que también lo es. Hablamos de algo más importante.
-¿Entiende la sociedad este discurso de la sostenibilidad?
-Cuando se vincula el agua al territorio y se combina lo racional con lo sentimental, el mensaje tiene una gran potencia. Yo hago converger las razones éticas y económicas con los sentimientos ¿y esto es casi incontestable¿. Soy consciente, sin embargo, de que esto requiere tiempo, como los buenos guisos. No es sólo un cambio político y técnico. Es cultural y, por tanto, más complejo.