A finales de mayo como estamos, el embalse de Benagéber sigue lleno, el de Tous se encuentra al 70% y Alarcón, el más grande de los que nos surten de agua, sigue subiendo y alcanzará estos días un nivel histórico, con dos tercios de su capacidad. Con la cuenca hidrográfica del Júcar al 61%, tenemos reservas para dos o tres años, si sabemos administrarla bien para cuando lleguen días de vacas flacas, que llegarán, como siempre.
Realmente es envidiable la situación hidrológica en toda España. La media de todas las cuencas supera el 82%, ligeramente por debajo del 83,8% de un año atrás, pero muy por encima del 65,8% de la media de los últimos diez años.
Los embalses del Guadalquivir y el Guadiana están por encima del 90%, los del Duero, Ebro y Cataluña superan la cota media del 80%, el Tajo está al 76% y el conjunto de Entrepeñas-Buendía, del que depende el trasvase al Segura, rebasa el 52%. La cuenca del Segura, que siempre fue la cenicienta, está al 72,48%, y ahora es la del Júcar la que ocupa el ‘farolillo rojo’, pero con ese envidiable 61% que ofrece garantías de suministro durante tiempo, si las cosas funcionan razonablemente bien y la lluvia no se muestra de excesivamente esquiva de repente.
¿Qué ha ocurrido para que estemos en situación tan boyante? Pues ni más ni menos que llevamos dos o tres años en los que ha llovido algo más que en otros; y eso que en lo que ha transcurrido de 2011 no ha habido precipitaciones muy notables, al menos en la vertiente mediterránea. No ha ocurrido nada especialmente extraordinario, sólo lo de siempre, lo típico de la climatología mediterránea: unos años algo más lluviosos de lo habitual, seguidos de otros más secos, con algún que otro episodio intercalado de precipitaciones torrenciales -sean gotas frías o no- y que en algunos casos llegan a ocasionar daños importantes.
Ni se confirman los agoreros anuncios de que vendrían horribles sequías que lo arrasarían todo, ni crece el desierto entre nosotros -las fotos de satélites revelan un territorio cada vez más verde-, ni nos está saliendo verdín en el obligo porque de repente cunda una humedad inesperada. Llueve como casi toda la vida que conocemos, irregularmente, y es hora de que aceptemos las cosas como son, sin aspavientos, sin triunfalismos, sin excesivos temores, pero aprendiendo de una vez que es necesario administrar bien cuando se tiene para aminorar después los efectos, cuando lleguen momentos de escasez; que llegarán. Una prueba palpable la tenemos con lo ocurrido con el conjunto de la economía. Que no nos pase otra vez con el agua. Posiblemente hay datos esperanzadores; tenemos acumuladas prácticas de ahorro que ayudan a disponer de reservas. Seamos inteligentes y no bajemos la guardia.