Las guerras no merecen la pena. La del trasvase Tajo-Segura, la única guerra del agua que quedaba una vez sepultado el del Ebro, se ha saldado con un acuerdo político que no satisface a nadie. Tras años de pancartas, movilizaciones, bronca y votos, todos ceden. El pacto es relevante porque del Tajo depende la gestión del agua de la media España seca: Castilla-La Mancha, Extremadura, Madrid, Valencia y Murcia. El acuerdo solo ha sido posible cuando el mismo partido ha llegado al poder en todas las instituciones.
Sobre el papel, el pacto no toca el trasvase, aunque sí eleva la reserva de agua que no se puede enviar a Levante. Este es el mal menor que han aceptado los regantes y las regiones receptoras. En Murcia han asumido que enfrente estaba la secretaria general del PP, Dolores de Cospedal.
A cambio, el ministerio no introduce lo que más temían en Murcia: un aumento del caudal ecológico en Aranjuez, lo que obligaría a desembalsar más agua del Tajo y reduciría el volumen trasvasable. Además, las reglas de explotación siguen igual, con lo que legalmente el trasvase tiene vía libre hasta 2027.
El resultado es que habrá más agua en los embalses de Entrepeñas y Buendía como reserva para Castilla-La Mancha. Pero si llega una sequía extrema en la que Levante necesite agua, habrá que ver si el Gobierno de turno respeta ese volumen. Basta un Consejo de Ministros para tirar de ese colchón de emergencia.
Miguel Arias Cañete salva así de momento el que probablemente era el punto más complicado de su departamento. Solo falta por ver si la realidad cuadra con el papel y queda agua para trasvasar, porque los caudales en el Alto Tajo han descendido de forma espectacular. Preguntado sobre quién ha ganado la guerra, un popular protrasvase sentencia: “No ha ganado nadie, ha perdido España”. Pues eso. Tanto ruido para esto.