«Se han encendido ya todas las luces rojas de alarma», advierten las conclusiones del diagnóstico de sostenibilidad medioambiental que Comisiones Obreras del País Valenciano se dispone a publicar como continuación del que vio la luz hace cinco años. El grupo de expertos autores del estudio, que actualiza indicadores sobre la interrelación de la sociedad valenciana y su medio ambiente, señala que es imposible mantener el ritmo que ha elevado en 20 años un 100% la generación de residuos, un 150% los requerimientos de energía y las emisiones de CO2, un 200% el empleo de electricidad y un 250% el consumo de cemento.
«El 98% de la energía primaria precisada por el sistema económico procede del exterior»
«Estamos muy próximos a un punto de no retorno, traspasado el cual, la actual crisis crónica aflorará en múltiples manifestaciones agudas con profundas implicaciones económicas, sociales, políticas e institucionales», señala el estudio titulado Un diagnòstic de la sostenibilitat mediambiental del País Valencià, que ha dirigido el profesor Ernest Garcia y en el que han participado, entre otros, Ricardo Almenar, Emèrit Bono y Maria Diago. El trabajo, que cada cinco años revisa los indicadores generales de la interrelación entre la sociedad valenciana y su medio ambiente, aborda aspectos como la evolución de la densidad de población, la generación de producto económico, el volumen de residuos, los requerimientos de agua y la presión antrópica sobre el medio ambiente.
El apartado de conclusiones del estudio, al que ha tenido acceso este periódico, revela que, en el decenio comprendido entre 1995 y 2005, ha sido mucho mayor el crecimiento del uso de recursos que el aumento demográfico, ya que el modelo de desarrollo causa crecimientos exponenciales en la explotación del medio natural. Así, el aumento de energía final ha sido del 73%; el de agua final urbana, del 69%, y el de recursos minerales para la fabricación de cemento, del 133%. Sin embargo, en ese periodo, el incremento demográfico ha sido del 18% (aunque, como advierte el estudio, muy desequilibrado en la relación entre la zona litoral y el interior, lo que hace más agudos los problemas) y el del producto económico, del 46%.
«No sólo el País Valenciano presentaba a mediados de la pasada década unas densidades de población y de actividad económica manifiestamente elevadas», explica el estudio, «sino que han crecido sustancialmente desde entonces y más rápidamente de lo que lo han hecho las de otros ámbitos territoriales, como el español, el europeo o el mundial. Y peor aún: ese incremento ha precisado de incrementos aún mayores en muchos de los recursos y residuos más significativos, desde la energía o los recursos minerales hasta las emisiones de CO2 o los residuos sólidos urbanos».
El informe pone énfasis en la «marcada inadaptabilidad a la presión humana» de los sistemas ambientales valencianos, que los hace muy vulnerables, y en la pobre productividad biológica de las tierras y los mares. Como ejemplo, explica que, en verano, el 80% de la masa de aire existente tarda entre seis y ocho días en renovarse (un orden inferior al de las Islas Británicas). La baja renovación atmosférica y la alta radiación solar hacen que densidades de vertidos que en otros lugares causarían contaminación leve o moderada provoquen contaminación grave o muy grave.
Otro elemento fundamental es que la utilización de energía se ha disparado, de manera que «el 98% de la energía primaria precisada en 2005 por el sistema económico valenciano procede del exterior», frente al 85% del conjunto de España o el 56% de la media de la Unión Europea de 25 países. Asumir un grado de dependencia energética tan abultado, según los autores del estudio, «implica asumir alegremente un alto riesgo de estancamiento económico o de colapso».
Por lo que se refiere a las emisiones de dióxido de carbono, el informe recuerda que el del cambio climático es un problema global cuya incidencia puede resultar especialmente aguda en el ámbito valenciano, ya que el 90% del territorio posee un clima que va de subhúmedo a seco o semiárido acentuado y un aumento de las temperaturas incidirá negativamente sobre la densidad de la cubierta vegetal, la intensidad de los incendios forestales, la erosión y salinización de los suelos y la disponibilidad de recursos hídricos. En relación con este último apartado, el estudio indica que, en el marco de las reducciones esperables para mediados del siglo XXI en las cuencas hidrográficas de la Península Ibérica, los mayores descensos de recursos hídricos se darán en las del Segura y del Júcar, con una disminución del 28% y el 22%, respectivamente.
En conjunto, los autores de la investigación señalan que las conclusiones no pueden ser optimistas, ya que «se han encendido todas las luces rojas de alarma». El resultado puede ser «un país muy diferente al que ahora conocemos y al que -pese a los rápidos cambios de los últimos años- todavía reconocemos». Por ello, hacen un llamamiento a que la sociedad supere su actitud «autista» frente a lo que consideran una «deriva traumática».