Llama la atención en la campaña la falta de agua, digo como tema recurrente de enorme trascendencia para algunas regiones, sobre todo a las que afecta el Trasvase. Salvo alguna alusión aislada, es como si quisieran ponerle un dique a un tema conflictivo que tarde o temprano saldrá a la superficie, como un guadiana político que en realidad es una asignatura aplazada, sobre todo por la promesa latente de un Plan Hidrológico entre las promesas formuladas por Cospedal, que no pasaron desapercibidas en los sectores implicados, como también ocurrió al conocerse en su día, en una entrevista de Europa Press que causó cierto revuelo, su opinión favorable a la caducidad del Trasvase en el año 2015, tal y como recogía una cláusula en el Estatuto de Autonomía cuya reforma iba a debatirse en las Cortes, «porque el Tajo-Segura funciona -dijo- con unos criterios que fueron fijados hace tiempo y se tienen que modificar. El Partido Popular ha dicho siempre claramente que quiere la caducidad del Trasvase en la forma y manera que está funcionando actualmente, ya que «esa fórmula no puede continuar así. Existe un acuerdo con el PSOE para la reforma del Estatuto que establece su caducidad tal y como está planteado actualmente». Actitud que se esfumaría después con el famoso eslogan ‘agua para todos’ y la decidida oposición de Murcia y Valencia, cuyos líderes, mantuvieron un breve encuentro en Bruselas, donde asistían a un pleno del Comité de las Regiones, y ambos reiteraron que desde sus comunidades no se iba a renunciar «ni a una sola gota de agua».
Finalmente el Parlamento manchego aprobó en un Pleno extraordinario, la propuesta del PSOE para solicitar al Congreso de los Diputados la retirada del Estatuto. El PP, tal como había anunciado, votó en contra de esta decisión. El cerrojazo al Trasvase y la alternativa de una reserva hídrica quedaron en agua de borrajas.
La historia del Trasvase parece una leyenda de las Mil y Una Gotas. Tuvo su origen en el Plan Nacional de Obras Hidráulicas, elaborado por el ingeniero de Caminos, Manuel Lorenzo Pardo en 1933. El buen hombre quería acabar con lo que llamó ‘desequilibrio hidrológico’ del país. Venía a ser la solución a la escasez de recursos hidráulicos en el sureste peninsular, enviando agua desde la cabecera del Tajo. El ministro de Obras Públicas era el socialista Indalecio Prieto y presentó estas ideas en la tantas veces citada Asamblea de Alicante. Sin embargo, el proyecto no prosperó, hasta que fue rescatado en los planes de desarrollo franquistas y ejecutado entre 1966 y 1979, con una inversión superior a los 43.000 millones de pesetas, un 300% más de lo inicialmente previsto. En cualquier caso, no tuvo buena prensa. Calificada de faraónica, la obra se desarrolló con ciertas dificultades y una especial incidencia en el túnel del Talave a causa de filtraciones históricas y su compensación, episodio que culminó con el veredicto del Tribunal Supremo tras el recurso interpuesto por el Sindicato Central de Regantes contra la derivación, desde el acueducto hasta los regadíos de Los Llanos de Albacete, de 7,7 hectómetros cúbicos anuales, sentencia que desestimaba dicho recurso condenando además a los regantes del Segura al pago de las costas del juicio. Uno de los aspectos llamativos en el largo proceso de un Trasvase debatido, zarandeado, cuyas aguas vio pasar Albacete como un voyeur inmóvil, atado de pies y manos en cualquier decisión sobre ellas y petrificado, como los puentes del trayecto, sin el menor derecho a la gestión de las cuencas, ni siquiera como testigos de cargo.. Digo yo si, en plena sequía electoral, los que manden dentro de cinco días van a cambiar de estrategia o si llegada la Navidad, su propuesta acuática consistirá en invitarnos a cantar «pero mira como beben los peces en el río/ pero mira como beben por ver al Dios nacido».