El Gobierno ha iniciado una nueva estrategia en torno al trasvase del Ebro para sacarlo de la agenda política. Antes de enterrarlo se habla de "solidaridad hídrica", de traer el agua "venga de donde venga" y de "recuperar" -¿dónde estuvo?- el Plan Hidrológico Nacional. Los dirigentes del PP en Murcia y Valencia aceptan el juego.
JOSÉ SIERRA VALENCIA «Yo no he hablado de trasvases. He hablado de un Pacto Nacional del Agua que debe desembocar en un nuevo Plan Hidrológico». La frase fue pronunciada por el ministro de Agricultura y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, en un programa de Televisión Española. El ministro avanzó un cronograma en el que ya no está el trasvase del Ebro y en el que los «trasvases», dicho así, de forma genérica, quedan, en el mejor de los casos, para el final de los tiempos (políticos).
«Vamos a ver cuáles son los caudales disponibles y a partir de aquí, si sobra agua, pondremos sobre la mesa las posibilidades de interconexión». Ese es, de momento, el único compromiso del Gobierno de Mariano Rajoy.
El proyecto del trasvase del Ebro se diluye como un azucarillo y hasta irrita al ministro cuando se le pregunta por el mismo. El pasado 2 de febrero, Cañete comparecía en las Cortes para hablar de su programa. Condicionaba cualquier decisión sobre interconexiones de cuencas a la aprobación de un nuevo Plan Hidrológico Nacional «por consenso» y explicaba que para tener un PHN era necesario aprobar antes los planes hidrológicos de cuenca, algo que el propio ministro no espera se produzca, al menos, hasta 2013.
En esta estrategia del olvido programado, Cañete y por extensión Rajoy necesitan la complicidad de las regiones gobernadas por el Partido Popular, tanto la de las cuencas cedentes -el silencio de María Fernanda Rudi (Aragón) y María Dolores de Cospedal (Castilla-La Mancha)- como la comprensión activa de quienes hasta hace unas semanas: La Generalitat Valenciana y la región de Murcia, aporreaban constantemente las puerta de la Moncloa reclamando el trasvase del Ebro como única opción. El presidente murciano fue el primero en abrazar la nueva fe impuesta por Moncloa. Ramón Luis Valcárcel declaraba a Antena 3 que estaba a favor de los trasvases, «desde el Ródano, del Ebro o del Tajo Medio, de la reutilización y de la cesión de derechos de agua…». El consejero de Agricultura murciano, Antonio Cerdá, confirmaba poco después la estrategia y atribuía a los técnicos «hacer propuestas, exactamente igual que lo que sucedió con el anterior PHN».
El pasado miércoles, 14 de marzo, la estrategia se hizo carne. A las 12 horas, un teletipo de la agencia EFE titulaba que el presidente de Murcia, Ramón Luis Valcárcel, mostraba en el Foro Mundial del Agua de Marsella su «fe ciega» en que el actual Ejecutivo «relance el trasvase del Ebro y con su plan hidrológico y «ponga una solución donde antes había un problema». A las 17 horas, un teletipo de EFE «corregía» el anterior de una manera chusca. Valcárcel, que dijo lo que dijo ante decenas de periodistas, mantenía su «fe ciega,» pero donde su esperanza radicaba en que el Gobierno «relance el trasvase del Ebro», aparecía ahora «relance el Plan Hidrológico».
«Retomar» el Plan Hidrológico
La segunda parte de la nueva estrategia es insistir en «recuperar», «retomar» y «volver» al Plan Hidrológico Nacional que «derogaron los socialistas». Todos en el PP apuntan en esta dirección y en la Comunitat Valenciana Alberto Fabra y la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, han reivindicado el PHN.
El truco está en ocultar que el PHN no se ha derogado. Solo salió del Plan el trasvase del Ebro. El resto de las obras y proyectos se han ejecutado en su mayoría. La Comunitat Valenciana ha recibido más de 1.500 millones de euros en obras hidráulicas y de modernización de regadíos. La pregunta que surge entonces entre algunos regantes y colectivos que creyeron en la promesa del Ebro es porqué no aplicar el PHN vigente, el mismo que dejó el P.P, retomando el trasvase del Ebro que los técnicos ya estudiaron y propusieron.
La utilidad del «nuevo» PHN se muestra clara: mientras se redacta y se busca el consenso evita al Gobierno hablar del trasvase del Ebro. Quizá para bajar la tensión y retomar dentro de una década el proyecto. O peor. Sirve también para justificar el aplazamiento de obras previstas en el vigente PHN y que no se hacen por una única razón: falta de presupuesto.