El Instituto Nacional de Meteorología advertía el jueves pasado de que el 96% del territorio valenciano está sufriendo la sequía meteorológica desde hace dos años y medio, con precipitaciones que se sitúan un 20% por debajo de la media. Pero no sólo esta situación se circunscribe a la Comunitat. En Teruel y Cuenca, en las cabeceras de los principales ríos valencianos, también sufren el prolongado estiaje, con nieves escasas durante el invierno y lluvias mínimas en el resto del año.
La cuestión meteorológica ha tenido un rápido traslado al estado de los embalses de la Confederación Hidrográfica del Júcar hasta el punto que el organismo de cuenca ha decretado la situación de emergencia por la sequía. Los embalses del Júcar están al 14% y los del Turia embalsan la mitad del agua que el año pasado. Los agricultores van a sufrir restricciones. Aquellos que dependen del Júcar y del Turia serán los grandes damnificados, puesto que los primeros recibirán entorno al 30% del agua a la que históricamente tienen derecho y los del Turia obtendrán la mitad de la que tuvieron el año pasado, pese a que en 2006 también se abrocharon el cinturón.
La gran diferencia entre la situación de hace una docena de años y hoy en día estriba en las aguas subterráneas. Las lluvias de este invierno, si bien no afectaron a las cabeceras de los ríos, sí contribuyeron a rellenar los acuíferos subterráneos. Al menos los de la cuenca del Júcar. En la CHJ esperan que también se de la misma situación en la cuenca del Turia.
El organismo de cuenca ya está preparando los 105 pozos de sequía del área del Júcar y la treintena que hay en el Turia para ponerlos en marcha a mediados de esta primavera y el verano. Aunque hay regantes, como el presidente de la Real Acequia de Moncada, Francisco Romeu, que teme que los pozos de sequía se agoten en agosto si se abusa de ellos.
Pero esto no es nuevo. La última gran sequía fue un poquito peor, de momento que la actual. Las cifras se están acercando. Y no hace tanto tiempo. De aquella está documentado cuándo se inició y cuándo terminó. De la actual sólo sabemos que la estamos sufriendo desde el año 2005 pero desconocemos cuándo finalizará.
La gran sequía del siglo XX tuvo su inicio en 1992. Aquel año de la gloria olímpica de Barcelona y de los fastos de la Expo de Sevilla, culmen del felipismo político, empezaron a detectarse los primeros síntomas en el mes de marzo, hace nada menos que 15 años, y eso que los embalses de la CHJ se encontraban al 44,5%. Pero no entraba suficiente agua en los pantanos y salía tanta como en años anteriores, hasta el punto que en seis meses las reservas se redujeron al 29,9%. En España ya se hablaba claramente de sequía.
Pero la etapa dura estaba por llegar. ‘‘No nos encontramos al límite, pero la zona del Vinalopó lo puede tener muy mal’’, advertía a mediados de enero de 1993 Josep Carles Genovés, presidente de la CHJ a la sazón.
Se dispara la alarma en 1992
El embalse de Alarcón, convertido por los regantes del Júcar en la gran reserva hídrica de la Comunitat, empezaba el año hidrológico (octubre de 1992) con 211 hectómetros cúbicos y finalizaba agosto con 76,7 hectómetros, al 6,9% de su capacidad. La CHJ aseguraba que el escaso volumen de agua embalsado ‘‘empieza a ser alarmante’’.
A finales de ese año, cuando las presas debían de encontrarse en plena recarga, el pantano de Alarcón estaba al 8,6% de su capacidad, Contreras al 12%, Benagéber, el mayor del Turia, al 23,8% y Loriguilla al 17,4%
Y llegó 1994. El año se inició con una nevada en los Montes Universales turolenses, insuficiente como para paliar mínimamente la sequedad de los cauces y rellenar los exhaustos pantanos. Alrededor de 90 hectómetros cúbicos tenía Alarcón durante marzo y abril de ese año. Se incrementó ligeramente hasta los 99 hectómetros el 1 de junio. Pero ya se denotaba una reducción del nivel de los acuíferos subterráneos y un aumento de la salinización y de los nitratos en el agua de pozo.
Pero en dos meses la gran reserva de la Comunitat alcanzaba un mínimo histórico: estaba al 3% de su capacidad, con 34 hectómetros. Casi vacío.
El conjunto de embalses de la CHJ se hallaban a poco menos del 15% y en pleno mes de julio el obispo de Segorbe-Castellón pedía rogativas a los fieles para que lloviera.
Fue a finales de julio cuando empezaron a sacarse peces del embalse de Alarcón para que no murieran y contaminasen la poca agua que quedaba.
Y mientras las miradas se centraban en Alarcón, Contreras, el segundo mayor embalse del Júcar, se vaciaba. Acababa septiembre al 1,75% de su capacidad, con 15,3 hectómetros embalsados. Benagéber, en el Turia, finalizaba el año hidrológico al 4% y Loriguilla al 7%.
Le costó reaccionar a la CHJ. A finales de 1994 el organismo de cuenca anunciaba la puesta en marcha de medidas para ahorrar 70 hectómetros cúbicos de agua con la construcción de pozos de sequía y reutilización de aguas residuales. Se anunciaba una inversión de 1.500 millones de pesetas.
El 8 de diciembre de 1994 Pedro Marco, entonces jefe de la oficina de planificación hidrológica, hoy secretario autonómico de la Conselleria de Infraestructuras, declaraba que la situación ‘‘es bastante peor que la del año pasado, que ya fue de por si bastante malo’’. La cuenca del Júcar arrastraba un déficit de 120 hectómetros y de 35 la del Turia.
El 7 de enero de 1995 el Gobierno que esta era la peor sequía del siglo en Valencia.
En marzo de 1995 los pantanos se habían recuperado mínimamente. Embalsaban 466 hectómetros y estaban al 14,79%. La presa de Tous, que entra en servicio tras su destrucción en 1982, embalsaba 35 hectómetros, 89,7 Alarcón, 45,4 Contreras y 44,17 Benagéber. Los pozos de sequía empiezan a explotarse y en mayo de 1995 empezaron a acusar fuertes descenso de su nivel. La sequía también había afectado a las reservas hídricas subterráneas.
Con la llegada de junio y julio se repite la operación del año anterior. La escasez de agua en Alarcón, que se halla a menos del 4% de su capacidad, aconseja la extracción de peces, en especial carpas. José Bono, presidente de Castilla-La Mancha, se opone, pero tras hacerle entrar en razón, el 7 de julio un grupo de pescadores de Nazaret dejan el mar y se van a echar las redes al pantano de Alarcón.
El objetivo, como el de 1994: evitar una gran mortandad de peces en el embalse que pueda contaminar el agua del Júcar y no sirva para beber. Se extraen de julio a octubre 53 toneladas de carpas.
A finales de agosto empieza a obrarse el milagro. Las tormentas de verano, que afectan a la Comunitat, Cuenca, Teruel y Albacete, empiezan a paliar la situación. Septiembre finalizaba y con él el año hidrológico. ‘‘Pese a la sequía, queda más agua embalsada que hace un año’’, titula LAS PROVINCIAS el 26 de septiembre de 1995. Los embalses de la CHJ disponen de 265 hectómetros de reservas y están al 8,42%.
Ese invierno tampoco llovió demasiado, pero la cosa empezó a cambiar en la primavera y el otoño de 1996. Acabó la sequía. A día de hoy los embalses de la CHJ disponen de un poco más de agua que en 1994 y 1995.
Alarcón no ha llegado a un nivel tan bajo como en 1994, pero en septiembre pasado llegó a estar al 4,33% de capacidad y Contreras al 3%, cifras que recordaban las del verano de aquel bienio negro para el agua.
En la sequía actual las restricciones se iniciaron en el Júcar en la primavera de 2005 y en el Turia las sufrirán este año. El resto de cuencas están mejor que en la peor sequía del siglo XX.