El Ayuntamiento de Valencia se ha quedado con un sabor agridulce tras la votación del nuevo Plan Hidrológico del Júcar en el Consejo territorial del Agua celebrado el viernes pasado. De hecho, el representante de la ciudad más importante de toda la demarcación optó por la abstención después de verificar que no se habían tenido en cuenta la mayoría de las alegaciones presentadas en relación a la mejora medioambiental de la Albufera, tal y como explicó la concejala de Medio Ambiente, María Ángels Ramón-Llin. La edil también lamentó el diferente trato que recibirá la capital frente a otros municipios a la hora de fijar los costes del agua durante épocas de sequía.
Sobre el humedal, la principal discrepancia se refiere a la derivación de caudales depurados hacia el lago. En la alegación presentada al plan el Ayuntamiento planteaba que estos caudales «se utilizaran fundamentalmente para el riego agrícola, limitándose su uso en el ámbito del parque natural a la época de cultivo del arroz, evitando su entrada al lago fuera de dicha época». Es más, se matizaba que «deberían reducirse a la mínima expresión en el balance hídrico del sistema». La explicación que dan los técnicos es que estos volúmenes, por su concentración de nitratos y fósforo, contribuyen a la eutrofización. Incluso citan la presencia de amonio, que en bajas concentraciones puede causar episodios de mortandad de peces.
Sin embargo, la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) no ha la ha tenido en cuenta, más allá de introducir una modificación normativa relativa sólo al fósforo consistente en limitar su concentración a 0,6 ml/g para los vertidos derivados de sistemas de depuración que acaben en el lago.
El Ayuntamiento también presenta sus dudas respecto a la asignación del volumen mínimo de agua que debe llegar al humedal, que el plan fija en 167 hectómetros cúbicos anuales. La principal crítica es que no se establece que la mayor parte de los aportes procederán de retornos de la Acequia Real del Júcar (ARJ), el cordón umbilical que une el río con el lago y el principal causante del buen estado ecológico que presentaba hasta 1980.
La alegación hace suyas las ideas planteadas en una conferencia de expertos sobre el humedal (que de hecho se cita en el plan) y que se referían a la importancia de potenciar este vínculo para la mejora ambiental, por ejemplo, aprovechando las obras de modernización en el ámbito de la acequia real. Desde la década de los 80 hasta la actualidad, las mayores necesidades de agua en los regadíos de la Ribera y la implantación de sistemas más eficientes han reducido drásticamente las aportaciones desde la ARJ, lo que coincidiendo con la presión urbanística e industrial del entorno de la Albufera ha contribuido a su deterioro.
El escrito municipal dice que el plan deja entrever que para conseguir el volumen mínimo anual se recurrirá a aguas depuradas, lo que no ayudará a mejorar la situación. En este sentido, la normativa sí se ha modificado, pero para permitir que los excedentes generados por la modernización en la ARJ, una vez finalizada, podrán enviarse a Alicante con el trasvase Júcar-Vinalopó.
Como explicó la edil, otro de los motivos que justifican la abstención es «que no se ha realizado un reparto equilibrado entre territorios». Se refería a la discriminación positiva hacia Castilla-La Mancha en la mejora de la dotación para los riegos de la Mancha Oriental y a la medida que exime a Albacete de pagar por el agua que tome de Alarcón en épocas de sequía. El coste, que se liquida a favor de los regantes de Usuj, sí deberá ser asumido por otros municipios que pueden recurrir a este mecanismo, como Valencia.
En cuanto a las mejoras solicitadas para la red de saneamiento y abastecimiento de la ciudad, sí se han tenido en cuenta, aunque tras la aprobación del plan habrá que buscar financiación para ejecutarlas.
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